Puede que nunca oyeras el nombre de Chiune Sugihara, un hombre de origen japonés, que ejerció de cónsul de su país en 1940 en Lituania.
En 1939, durante la II Guerra Mundial, las tropas alemanas invadieron Polonia, lo que hizo que los judíos polacos huyeran a Lituania, país en el que encontraron protección temporal. Sin embargo, los refugiados polacos necesitaban alejarse más. En su búsqueda encontraron dos islas holandesas en las que podrían estar seguros. Para llegar a ellas necesitaban pasar por Japón, y se encontraban al otro lado de aquel país.
En 1939, durante la II Guerra Mundial, las tropas alemanas invadieron Polonia, lo que hizo que los judíos polacos huyeran a Lituania, país en el que encontraron protección temporal. Sin embargo, los refugiados polacos necesitaban alejarse más. En su búsqueda encontraron dos islas holandesas en las que podrían estar seguros. Para llegar a ellas necesitaban pasar por Japón, y se encontraban al otro lado de aquel país.
Por este motivo, cientos de refugiados llegaban al consulado japonés para solicitar visa. Cuando Chiune pidió permiso a su gobierno para otorgar los permisos, se le ordenó que solo concediera este beneficio a las personas con visas a otros destinos. Condición con la que, por supuesto, no contaban los refugiados.
Chiune Sugihara y su esposa consideraron las opciones que tenían. Si negaban las visas, esas personas morirían y si las otorgaban, él perdería su carrera. Entre ambas opciones, obedecer al gobierno o a su conciencia, optaron por ser fieles a sus convicciones y hacer lo que consideraron correcto. Por este motivo y hasta que fueron obligados a abandonar Lituania, pasaban 18 horas diarias extendiendo visas y cada día entregaban la cantidad que normalmente habrían hecho en un mes. Chiune fue obligado a renunciar a su cargo con deshonra, pero su logro no tiene precio ya que se calcula que salvaron más de 6.000 vidas.
Muchas veces nosotros preferimos ceder ante las presiones de los amigos, la familia, la sociedad, de un jefe o cualquier otra persona antes que defender nuestras convicciones y hacer lo que consideramos como correcto.
En un mundo donde todo se ha vuelto relativo y hasta la vida ha perdido su valor, se necesita gente de carácter firme, fiel a sus creencias, que sea capaz de hacer frente a los demás y defender sus convicciones.
Se necesitan valientes, capaces de ir contra la corriente y hacer lo que Dios manda. No es fácil pero no estamos solos.
“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” Josué 1:9
Esta promesa sigue vigente, Dios nunca nos abandonará y nuestra victoria está asegurada, pero debemos esforzarnos y ser valientes.
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