lunes, 23 de junio de 2014

La fe salvadora: su naturaleza

“Hay gente que se tiene por pura, pero no está limpia de su inmundicia” (Proverbios 30:12).
Muchos suponen que semejante versículo, es aplicable sólo a aquellos que están confiando en algo, más que en Cristo para ser aceptados delante de Dios; personas como las que confían, además, en el bautismo, en la membresía de una iglesia o en sus propias actuaciones morales y religiosas. Pero es un error limitar la Escritura a la clase antes mencionada. Semejante verso, como también el que sigue: “Hay camino que al hombre le parece derecho, pero al final es camino de muerte.” (Proverbios 14:12), es más aplicable para todos los creyentes, que solo a los que se apoyan en algo de ellos o fuera de ellos mismos, para asegurarles el derecho a la felicidad eterna. Igualmente equívoco de esta forma, sería imaginar que las únicas almas engañadas son aquellas que no tienen fe en Cristo.
Existe en el cristianismo de hoy, un gran número de personas que han sido enseñadas en que, nada que el pecador haga le hará merecer la estima de Dios. Han sido informadas muy correctamente, de que los logros morales más grandes del hombre natural son tan sólo “trapos de inmundicias” a los ojos del tres veces santo Dios. A menudo, han oído citar pasajes tales como: “Porque por gracias habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8-9), y: “Él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéremos hecho, sino conforme a su misericordia”(Tito 3:5); y se han convencido completamente, de que el cielo no puede lograrse por las buenas obras de ninguna criatura. Más adelante se les ha dicho, con frecuencia, que sólo Cristo puede salvar al pecador, y esto ha llegado a ser un concepto establecido en sus credos, de donde ni hombre ni diablo pueden hacerlos mover. Hasta ahora, muy bien.
A este vasto grupo de gente, al cual nos hemos estado refiriendo, también se le ha enseñado que Cristo es el único camino al Padre, aunque Él se convierte en esto, siempre y cuando se tenga una fe auténtica en Él y sobre Él; Él se convierte en nuestro Salvador sólo cuando creemos en Él. Durante los últimos años, casi todo el énfasis de la “predicación evangelística” se ha basado sobre la fe en Cristo, y los esfuerzos evangelísticos han ido casi totalmente enfocados, a lograr que la gente “crea” en el Señor Jesús. Aparentemente, ha habido un gran éxito; miles y miles han respondido; han aceptado, como suponen ellos, a Cristo como su Salvador personal. Sin embargo, es de resaltar que, es un serio error suponer que todos los que han “creído en Cristo” están salvos, así como concluir que únicamente aquellos que no tienen fe en Cristo son los engañados (y están descritos en Proverbios 14:12 y 30:12).
Es decir, nadie puede leer cuidadosamente el Nuevo Testamento sin descubrir que existe un “creer” en Cristo, el cual no salva. En Juan 8:30 se nos dice: “Al hablar estas cosas, muchos creyeron en él”. Note cuidadosamente, que no se dice “muchos” creen en él”, sino “muchos creyeron en él”. No hace falta leer mucho más lejos en el capítulo, para descubrir que esa misma gente eran almas no regeneradas y no salvas. En el verso 44 encontramos al Señor diciéndoles a estos mismos “creyentes”, que eran de su padre el diablo; y, en el verso 59 los encontramos tirándole piedras a Él. Esto ha presentado cierta dificultad para algunos, mas no debería. Ellos crearon sus propias dificultades suponiendo que toda fe en Cristo necesariamente salva. No es así. Existe una fe "absoluta" en Cristo que salva y otra fe en Cristo que no salva.

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