“Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien”. (Salmos 139: 14)
La vida es un milagro. Siempre, cuando estamos arriba y abajo, en los buenos y en los malos momentos siempre sigue siendo hermosa. Es vibrante, llena de emociones y colores que son grises y opacos o los más intensos y alegres. Vivir es sentir, y sentir implica que a veces te dolerá y otras que disfrutarás de esas emociones. La vida puede tener la fragancia de un grato perfume, y otras veces parece que ese perfume no se asienta con nosotros y que hasta nos apesta. Es una escalera que a veces queremos subir y otras no, pero que sabemos que si queremos llegar a algún lugar, tenemos que subirla y afrontar los riesgos que vengan.
Más que respirarla, la vida hay que disfrutarla, beber de su néctar, embriagarnos de sonrisas, compartir con otros, ayudar al que lo necesite. No hay que vivirla con máscaras ni disfraces, no hay que disfrazarse, sino que hay que tratar de ser fiel a sí mismo y a su esencia, presentarse ante el mundo tal como se es. A veces se debe afrontar injusticias, pero sabiendo que lo que se siembre, tarde o temprano se cosechará.
La vida es amor, y el amor aunque a veces duele, es lo más bonito que se puede experimentar y sentir interiormente. El amor te transforma, te hace ser mejor, te lleva a romper límites y barreras, te anima, y te renueva las células y fibras de tu ser. El que no ha amado no puede sentir el milagro de la vida, no le encontrará el sentido a muchas cosas que nacen en el corazón.
La vida también es atrevida, traviesa y coqueta, hasta a veces juega con nosotros a ver si le ganamos. En Dios habita la vida y, a través de Él, la vida es vista con un sentido y desde una perspectiva totalmente diferente. Es Dios quien nos da las fuerzas para afrontar los procesos que tenemos que atravesar. Es Dios quien nos motiva a ser lo suficientemente luchadores como para no dejarnos amedrentar, y quien nos hace ver que para nosotros no debe ser una opción rendirnos, que como el soldado en la línea de batalla, hay que luchar con orgullo y dignidad. Y si hay heridas en tu corazón, Dios es el médico que te sanará, para que puedas vivir plenamente en la libertad que Él sólo puede dar.
La vida hay que vivirla con fe, y la fe llama a las cosas que no son reales como si lo fuesen, y espera siempre los mejores resultados. Así que, si estás viviendo días oscuros, si atraviesas el valle de lágrimas, eso también pasará, pero mientras pasa no dejes de soñar, de creer ni de levantarte. Implica valor levantarse, pero es mejor que quedarse tirado en el suelo gritando por auxilio. Pero, si sientes que ya no tienes fuerzas para más, clama a Dios y Él te ayudará, te extenderá la mano para ayudarte a levantar y te hará vivir el milagro no sólo de vivir la vida, sino también de sentirla.
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