sábado, 14 de junio de 2014

Dominio en el Espíritu


Declaro que tengo dominio por el Espíritu de Dios.
Todo lo que ate será atado y todo lo que desate será
desatado. (Mateo 16:19)

Soy un hijo/a de Dios y Él me hecho rey y sacerdote (Apocalipsis 1:6)
Tengo linaje real (1 Pedro 2:9) y fui comprado por precio de sangre,
el precio más alto del universo (1 Corintios 6:20)

Declaro que, como rey que soy por Dios y embajador de Cristo
en la tierra, voy a gobernar y sojuzgar en el espíritu para 
someter toda fuerza de las tinieblas que quiera operar en
mi vida, en mi familia, trabajo, finanzas y ministerio (2 Corintios 5:20)

Declaro que como heredero de Dios y coheredero con Cristo,
voy a recibir y efectivar todas sus bendiciones, en el nombre
de Jesucristo de Nazaret, y cancelo todas las maldiciones sobre
mi apellido y descendencia para siempre, amén. (Romanos 8:17)

Tengo autoridad porque Dios me ha delegado de su autoridad,
y voy a ejercerla cada día. Soy más que vencedor y cumpliré
con el destino de gloria que Dios ha preparado para mí.

Nada hay imposible para Dios, y con mi fe puesta en Él,
nada me será imposible a mí (Mateo 17:20). Todo lo que diga
será hecho y todo lo que emprenda me saldrá bien.

Tengo un cetro de poder y autoridad en mi mano izquierda; 
y en mi derecha una espada con poder espiritual. Ésta es la espada
del espíritu, que es la palabra de Dios, para cortar toda obra de 
maldad, todo mal pensamiento y fortaleza mental, toda angustia
y ansiedad, toda preocupación y necesidad. Llevaré esta espada en
todo tiempo y la usaré sin dudar. La ejecuto ahora con mis palabras
y declaro que tengo autoridad.

Mi nombre esta escrito en el libro de la vida y ningún arma forjada
contra mí prosperará. En los altos lugares celestiales mi espíritu está
para ejercer dominio y autoridad. Juntamente con Cristo estoy

y en Él me muevo. Jamás me fallará.

Gracias Dios Padre, porque soy tu hijo/a, y como tal, practico
la justicia de tu reino y como justo, siete veces me podré caer
pero me volveré a levantar. 

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece, porque ya no lucho
con mis fuerzas, sino con la fe del Hijo de Dios. Porque ya no 
vivo en la fuerza de mi carne, ya que Cristo vive en mí.

Tengo la certeza de una gloria presente y la esperanza cierta, futura,
de la gloria más grande que pueda existir, que es estar en las
moradas eternas de mi Padre celestial viviendo con Él, en Él
y por Él, por los siglos de los siglos, amén.

Muchas gracias, Padre

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