Hace tiempo, cuando un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en un establecimiento y se sentó en una mesa. La camarera puso un vaso de agua frente a él.
–¿Cuánto cuesta un helado de chocolate y cacahuete? –preguntó el niño.
–Cincuenta céntimos –respondió la mujer.
–Cincuenta céntimos –respondió la mujer.
El niño sacó la mano del bolsillo, la extrajo y examinó las monedas.
–¿Cuánto cuesta un helado solo? –volvió a preguntar. Algunas personas esperaban mesa y la camarera ya estaba un poco impaciente.
–Veinticinco céntimos –dijo bruscamente.
–Veinticinco céntimos –dijo bruscamente.
El niño volvió a contar las monedas.
-Quiero el helado solo –dijo.
La camarera le trajo el helado, puso la cuenta en la mesa y se retiró. El niño terminó el helado, pagó en la caja y salió. Cuando la camarera volvió a limpiar la mesa, le costó tragar saliva al ver que allí, ordenadamente, junto al plato vacío, había veinticinco céntimos: su propina.
Jamás juzgues a alguien antes de tiempo.
Mateo 7:1-3
No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
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