¡Hablemos del amor ciego! Cuando Pedro y yo nos casamos estaba tan enamorada que no me encontraba en mis cabales. Pedro afirmó cuando le preguntaron, que nos habíamos casado conscientes de los importantes ajustes que debíamos hacer y de las crisis financieras que íbamos a afrontar, esa era su opinión.
En lo que a mí respecta, no era consciente de nada excepto de que era maravilloso y que la vida sin él sería terrible.
“Entiendo muy bien cómo María, la reina de Escocia, se debió haber sentido cuando dijo de James Bothwell, su tercer marido: ”Yo le seguiría hasta el fin del mundo en enaguas”, pues eso mismo sentía yo por Pedro…
Si lo hubiera sugerido, hubiera seguido a Pedro hasta el fin del mundo sin pestañear. Era mi vida. Para mí era perfecto, y esto fue precisamente el inicio de nuestros problemas, porque cualquier persona enaltecida sobremanera sólo puede ir en una dirección: "hacia abajo “.
Silvia y Pedro lucharon con sus diferencias para crear un fuerte y duradero matrimonio, pero el principio de su verdadero éxito como pareja vino, cuando cada uno reconoció esta verdad fundamental: NADIE ES PERFECTO.
Se nos ha criado con la idea del príncipe azul y la cenicienta, y encontramos muchos jóvenes que no han podido establecerse con una pareja, por su búsqueda del hombre o la mujer perfecta. Vemos cómo hoy en día hay más divorcios, porque nos casamos pensando que todo va a ser de color de rosa, y a la primera prueba tiramos la toalla.
¿Cómo podemos pedir perfección, si nosotros mismos NO somos perfectos? Cuando comprendamos esta idea tan sencilla, encontraremos ese amor y tranquilidad en el ser amado.
Nada vence al amor a primera vista excepto el amor con inteligencia.
Proverbios 4:7
La sabiduría es lo primero. ¡Adquiere sabiduría! Y sobre todas las cosas, adquiere inteligencia.
La sabiduría es lo primero. ¡Adquiere sabiduría! Y sobre todas las cosas, adquiere inteligencia.
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