martes, 3 de junio de 2014

Aprende a escuchar

El hombre que escucha, siempre podrá responder. Proverbios 21:28 (b)
La comunicación es un proceso mediante el que se transmite información de un agente a otro. Y para tener una comunicación efectiva se requiere al menos, un emisor, un mensaje y un receptor.
Hay un juego muy conocido que se llama “El teléfono”; sólo necesita 3 participantes, y consiste en que la primera persona lee un mensaje y se lo comunica a la segunda y ésta lo retransmite al oído de la tercera. Al final, se le pide a la última persona que diga en voz alta cuál era el mensaje. La mayoría de las veces llega distorsionado; mientras más personas participen, más modificaciones sufre el mensaje. Con este divertido juego, comprendemos que no sólo es importante hablar sino también escuchar, porque sólo así, podremos transmitir un mensaje fidedigno, tal y como es, sin aumentar ni quitar palabras.
Otro ejemplo de comunicación efectiva es cuando vamos al doctor. Nadie se retira del consultorio solamente, después de haberle indicado los síntomas y vuelve a su casa esperando mágicamente ser curado. Lo que hacemos es contarle al médico qué actividades realizamos, qué comimos las últimas semanas y qué tipo de malestar empezamos a sentir; con esta información, él empieza a revisarnos, nos manda realizar algún análisis, nos da un tratamiento y nos receta algún medicamento.
¿Cuántos de nosotros estamos acudiendo a Dios, sólo para pedirle que haga determinados milagros en nuestras vidas, sin darle la oportunidad de que nos hable y nos diga qué necesitamos hacer para reponernos de esta situación y seguir adelante?
Si concretamos una cita con el médico es porque necesitamos saber su opinión acerca del malestar que tenemos, para estar completamente sanos. Pues lo mismo deberíamos hacer cuando hablamos con nuestro Padre Celestial, deberíamos ser capaces de escuchar lo que Él quiere decirnos. Después de decirle cómo me siento, debería guardar silencio para que Él me hable, me dé la fortaleza, la sabiduría, la dirección, la seguridad y la paz que me hace falta. Sólo si soy capaz de escucharle, sabré cuál es su voluntad para mi vida y qué debo hacer para continuar, pero si no le doy ese tiempo, seguiré igual, y pasarán días, meses e incluso años hasta que pueda recibir mi milagro.
¡Ánimo!, empecemos desde hoy a apartar las primeras horas de cada día, el tiempo que cada uno considere necesario para conocer más a Dios y saber los planes que tiene con nosotros. Nuestras vidas no serán iguales y experimentaremos crecimientos importantes a nivel espiritual, personal, familiar, profesional y ministerial.
Aprendamos a escuchar a Dios, a nuestros padres, a nuestra pareja, a nuestros hijos, hermanos, amigos y a todos los que nos rodean.

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