miércoles, 21 de mayo de 2014

La vida se dio a conocer...

"Porque la vida se dio a conocer, hemos visto la Vida eterna, hablamos de ella y se la anunciamos, aquella que estaba con el Padre y que se nos dio a conocer". 1 Juan 1:2
"La vida se dio a conocer…". El mensaje de 1 Juan comienza declarando un hecho fundamental: "la vida se dio a conocer". La vida para muchos, es el simple acto de respirar, pero la Biblia nos declara que eso no es del todo cierto; se puede tener características de vida y al mismo tiempo, estar muerto. Pablo hace referencia a ese hecho en Efesios 2; al relatar la condición del hombre antes de encontrarse con Cristo, dice:

    En cuanto a vosotros, estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, conforme a la corriente de este mundo y al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia. En otro tiempo todos nosotros vivimos entre ellos en las pasiones de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de la mente; y por naturaleza éramos hijos de ira, como los demás. Efesios 2:1-3

    La vida no consiste en lograr nuestras ambiciones, aunque muchos vean en esto la clave de su realización personal. Pero la burbuja del éxito tarde o temprano revienta en el cinismo y la vacuidad; tampoco trata acerca de perseverar en nuestras tradiciones; ni de "disfrutarla" con nuestras pasiones. El apóstol Pedro nos recuerda esto cuando dice:

    Tened presente que habéis sido rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual heredasteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles como oro o plata,sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.
    1 Pedro 1:18,19
    La vida, según el apóstol Juan, no es un estado de satisfacción, ni un estado místico o la existencia más allá de la corporalidad. La vida según el apóstol Juan es, esencialmente, una persona: Jesús, el Cristo. En el evangelio de Juan escuchamos a Jesús clamar a gran voz a la multitud: "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su interior" (Juan 7:37,38); escuchamos a Jesús confesar a Felipe en la intimidad de la despedida: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6); y en 1 Juan leemos la advertencia santa: "El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida." (1 Juan 5:12).

    Por lo tanto, la vida no es algo que uno salga a cazar con la fuerza de su pasión; la vida no trata acerca de aferrarnos a nosotros mismos y a los objetos cercanos; no consiste en la abundancia de los bienes que poseamos; todas estas cosas crean el espejismo de estar vivo, crean la ilusión de que se tiene algo cuando en  realidad se está muerto.

    No se sale a buscar la vida… Juan dice, la vida se ha manifestado; es la vida la que se ha dado a conocer; no son los muertos en pecado los que buscan a Dios, sino que es Cristo Jesús, nuestro Señor, el que ha venido y se ha dado a conocer, y por esa razón, por la gracia que se muestra para iluminar a los que estaban en oscuridad, es que "hemos visto la Vida eterna", ¡bendito sea el nombre de nuestro Señor!
    Un encuentro como ese no puede dejar pasivo e inmune a quien lo vive. Así como son distintos los despiertos de los durmientes, así como son distintos los vivos de los muertos, así como es diferente la luz de las tinieblas, así también se obra una transformación fundamental en quien ha sido iluminado por Cristo. En términos del apóstol Pablo: "Por tanto, todos nosotros, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor."(2 Corintios 3:18)

    De modo que, ahora hablamos de ella; ya no podemos callar lo que hemos visto y oído; hablamos, no de la sabiduría de este mundo, "… de aquella vida que estaba con el Padre y que se nos dio a conocer…"

    No hay comentarios:

    Publicar un comentario