“Pero yo siempre tendré esperanza, y más y más te alabaré” (Salmo
71:14).
En este salmo el escritor está cercado por sus enemigos, pero allí, en
el momento más oscuro, toma una decisión: Va a tener esperanza y va a
multiplicar su alabanza.
A menudo me encuentro con gente de una realidad tal, que anda
convenciendo a la gente de fe, de que conviertan su esperanza en algo tangible.
Y una vez tras otra me niego a que me convenzan de eso; soy un sacerdote y el
sacerdocio sólo es ungido por el aceite del santuario de la esperanza. Mi
unción es la esperanza, creo en un Dios que está a mi favor, que ha determinado
mi bien y que tiene un propósito para mi vida. Soy prisionero de la
esperanza.
Claro es que entiendo lo que dicen, sé lo que soy y conozco mis
límites… pero como diría Pablo: Yo sé en quien he creído…
Entonces, aparecen los quejosos que no me pueden ungir. Son gente que corre
conmigo que me quiere marcar su ritmo. Pero no puedo permitir que me saquen
de mi programa de carrera, yo tengo mi paso y es la alabanza. He determinado
alabar al Señor más y más cada día…, no es un capricho, es una necesidad de
alguien que no pierde su esperanza. No me importa la opinión de los negativos,
de los que siempre ven el pelo en la comida, la mosca tras la oreja o...
El salmista cree que esto es determinante y por eso lo expresa; lo hace
porque, además, es natural tener predisposición a ver lo negativo y quejarse.
Pero yo ya no soy normal, soy raro, yo siempre tendré esperanza, y más y más le
alabaré.
Aquella mañana era mañana de resurrección, y recordamos que el diario
de la época sacaba un suplemento especial de colección, en el que se hablaba
del ministerio de Jesús. Los discípulos lloraban por su pena en un aposento
cerrado y Judas se balanceaba ahorcado por la desesperanza, la pena y la
vergüenza.
Pero lo que ha hecho historia es que, mientras todo volvía a su cauce
normal, a la falta de esperanza y lamento, una piedra se removió para que
viéramos que...: ¡no está aquí, ha resucitado!
Hay esperanza y hay por qué alabar, Dios no está muerto, está vivo y
activo a mi favor.
Y mientras esto siga así (Jesús vivo y activo a mi favor), todos los
días yo tendré esperanza y le alabaré más y más.
Hoy declaro que las cosas que me preocupan no van a poder conmigo,
que el desprecio tampoco lo va a lograr, que ese problema no será el foco de mi
atención, que aquel detalle no me afectará, que el dolor no será lo único por
lo que ore hoy. Hoy declaro que este es mi mejor año, y que hoy marcharé con mi
iglesia a alabarle más y más, porque Dios ha hecho tremendas cosas para
nosotros.
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