No se trata del nivel experto de convencimiento que poseen muchas personas, de enseñar a cada uno lo que desea, tampoco el hecho de que uno siempre quiere ayudar o ser útil como pueda a los demás, o un problema de complacer a todos, quedar bien con todos y hacerles felices a pesar de sus inseguridades, pero si un problema veo siempre, es "no saber decir que no".
Llama la atención este tipo de situaciones desde varios puntos; el primero, desde el lado de la persona que necesita el favor, la ayuda, o simplemente algo de ti, muchos saben pedirlo de tal manera, que tú no entiendes que es un favor y terminas aceptando sin rechistar y sin cuestionar nada. ¿Cómo lo hacen?, ¿es un don con el que nacen?, ¿lo aprendieron de alguien? Si es así, yo también quiero aprender.
La otra perspectiva es, desde la persona a la cual se solicita el favor, una acción, un préstamo, diligencia, etc,. Esta, percibe un cierto miedo a su posible rechazo, miedo a su posible predisposición a responder no, un miedo increíble y hasta gracioso. Aunque seamos reacios a ayudar por razones personales, por razones de trabajo, salud o familia, o que simplemente no queramos, siempre encontramos una manera de no decir que NO y aceptamos hacer la petición de la otra persona.
Es muy incómodo darse cuenta, al rato, de que lo que fulanita o menganito te pidió está fuera de tu alcance, pero ¿qué vas a hacer ahora? Ya aceptaste, ya te metiste en la faena, no puedes abandonar a mitad de camino, la responsabilidad fue asumida, y empiezas a pensar varias cosas, ¿cómo hacer posible el favor, cómo salir de ésta y cómo te metiste en ella? Y te estresas tanto, que te enojas y pasas el resto del día amargado por haber aceptado esa solicitud. Piensas ¿POR QUÉ HAGO ESTO?, ¿POR QUÉ ACEPTO HACER ESTO SI NO ES LO QUE QUIERO? ¿Por qué dije sí?, ¿cómo me convenció esa persona de decir que sí?Un minuto para calmarte, respiras profundo, y tratas de cuadrar tus deberes y obligaciones alrededor de la petición de esa persona, y... te das cuenta que no puedes por más que trates de cambiar tu agenda un poco. Con mucha pena y brevedad, llamas a la persona y le dices que te disculpe, que no te es posible llevar a cabo su petición. Ella te responde relajada “no hay problema, "fulana de tal" me acaba de decir que puede hacerlo, ¡gracias!”
Y así de fácil saliste del embrollo, la persona quedó complacida porque alguien más le ayudó, y tú te sentiste bien porque fuiste sincera/o contigo misma/o y con la persona; ¡y la vida continuó como si nada!
Pero con un simple y temprano NO te hubieses evitado tanto...
Dios ¿por qué me enrollo tanto?, ¿por qué nos enrollamos tanto? Porque...
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