En última instancia, cada pecado es cometido contra Dios (Salmo 51:4). La Biblia enfatiza constantemente nuestra necesidad de confesar nuestros pecados a Él (Salmo 41:4; 130:4; Hechos 8:22 ;1 Juan 1:9). En cuanto a la confesión de nuestros pecados a la gente, la Biblia no da ningún mandato específico. Nos dice muchas veces que confesemos nuestros pecados a Dios, pero el único mandato directo para confesar a alguien más es en el contexto de los ancianos de la iglesia, orando en favor de los enfermos (Santiago 5:16) Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.
Esto no significa que no debamos buscar el perdón de la otra persona. La Biblia tiene ejemplos de la confesión a otras personas. Un ejemplo es, los hermanos de José pidiendo su perdón en Génesis 50:17-18. Y una confesión de persona a persona se ve, también, en pasajes como Lucas 17:3-4, Efesios 4:32, y Colosenses 3:13.
Los principios aquí son:
1) Debemos buscar el perdón de Dios por todos los pecados. Él desea "la verdad en lo íntimo." (Salmo 51:6).
2) Si nuestra relación con el Señor está bien, nuestras relaciones con otras personas estarán en la misma línea. Trataremos a los demás con gracia, justicia y honestidad (Salmo 15). Por lo tanto, pecar contra alguien y no tratar de arreglarlo sería impensable.
3) El alcance de la disculpa por el pecado, debe coincidir con el alcance de los efectos del mismo. En otras palabras, debemos buscar el perdón de quien estaba directamente involucrado, con el fin de asegurar la restauración.
Por ejemplo, si un hombre mira con lujuria a una mujer, él inmediatamente debe confesar el pecado al Señor. No sería necesario o apropiado confesar el pecado a la mujer. Ese pecado es entre el hombre y Dios. Sin embargo, si un hombre rompe una promesa, o hace algo que afecta directamente a la mujer, debe confesárselo a ella y buscar su perdón. Y si un pecado involucra a un gran número de personas, como en una iglesia, el pecador/a debe ofrecer la confesión a los miembros de la iglesia. Así que, la confesión y disculpa deben coincidir con el impacto. Y los afectados por el pecado deben oír la confesión.
Mientras nuestro perdón con Dios no depende de la confesión de nuestros pecados a otros, y el perdón de ellos, Dios nos llama a ser honestos y trasparentes con los demás en cuanto a nuestros fracasos, especialmente cuando nuestros errores les involucran a ellos. Cuando hemos ofendido, herido o pecado contra otros, debemos intentar ofrecer una sincera disculpa y confesión, y pedir perdón. Si se nos concede el perdón, depende de ellos, depende de a quiénes se les confesó, pero nuestra responsabilidad es arrepentirnos auténticamente, confesar el pecado y pedir perdón.
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