Hace tiempo vi a una amiga, que estaba preocupada porque no
lograba encontrar un esposo. Ella es una cristiana fiel al Señor, responsable,
trabajadora, dada al hogar, linda, y con muchas ganas de formar su propia
familia; a pesar de su espera, ese anhelado esposo no llegaba, y después de un
tiempo, ella comenzó a frustrarse; también su esperanza disminuía, por lo
que decidí compartirle mi experiencia en una carta:
Querida amiga:
Quisiera saludarte primeramente, esperando que te encuentres
bien. Quiero compartir contigo mi experiencia personal.
Sé cómo te sientes,
yo también soy una adulta soltera, sé lo que es ser la única del grupo sin
casarse, perder afinidad con tus amigas, que se han convertido en nuevas esposas
y madres, haciendo que el interés de antes, obviamente, no sea el mismo, por lo
que poco a poco, la frecuencia en la amistad disminuye.
Sé lo que es sentirse
diferente en la iglesia, cuando la mayoría de nuestra edad ya tiene su propia
familia, y parece que uno formara parte de un grupo minoritario y extraño,
puesto que lo “normal” es que todos, en algún momento, formen su propia
familia.
¿Estoy exagerando? Creo que no. Sé lo que se siente al ver
películas, programas, comedias, o shows, en donde todo está orientado a
encontrar a la media naranja, haciendo que nuestro corazón se ilusione y que deseemos formar parte de historias como esas; sé lo que es fantasear con la
llegada de un príncipe azul que te rescate, y que tu historia termine con un
final feliz; sé lo que se siente, al esperar el cálido abrazo de un compañero
después de una dura jornada de trabajo; sé lo que se siente, al desear la mano
de un compañero cuando estás a punto de escuchar noticias poco agradables; sé
lo que es anhelar sentirse amada, valorada y querida por lo que eres, sin
importar cómo te veas o lo que tengas. No sé si los cuento de hadas nos han
influenciado mucho, pero la verdad es que, en líneas generales, todas deseamos
encontrar ese amor puro y desinteresado que vemos en las historias y películas.
Por mi parte, y después de mucha frustración, escogí no
lamentarme más sobre mi soltería. Y como no tenía un esposo e hijos que
atender, y contaba con mucho tiempo para hacer algo más, decidí entregarle a
Dios todo mi tiempo y trabajar para Él; sin embargo, en mi corazón todavía
existía la ilusión de encontrar “el verdadero amor”.
Durante un tiempo tuve algunos problemas de salud, pasé por
un período en el que estaba limitada con respecto a mis funciones físicas, no
soportaba hacer ninguna actividad durante mucho tiempo, y entonces pasaba gran
parte del día en cama, me sentía inútil. Hacia poco tiempo que había entendido
que mi soltería era una bendición de parte de Dios, y que mi tiempo y mi
trabajo se lo debía ofrecer a Él; eso me llenaba grandemente, sentía una gran
satisfacción al trabajar para su obra, ser un instrumento en sus manos le daba
sentido a mi vida..., pero ahora estaba enferma y no podía trabajar,...¿cómo
podría servir entonces?, ¿cómo podía serle útil así? La frustración volvió a
tocar a mi puerta, pensamientos de inutilidad, depresión y tristeza me
atormentaron, por un tiempo me sentí muy mal pero luego recordé un pasaje en Isaías 43:4a que dice: “porque
te amo y eres ante mis ojos precioso y digno de honra”. ¿Estaba Dios diciéndome que me amaba en ese momento, en el que yo pensaba que no era útil para Él?, ¿estaba Dios diciéndome que era precioso ante sus ojos, a pesar de lo mal que me encontraba?, ¿cómo podía amarme Dios en esos momentos en los que no tenía nada que ofrecer? Entonces comprendí que el amor verdadero y desinteresado que siempre había deseado, estaba a la puerta de mi corazón; Dios me ama por lo que soy y no por lo que hago, me ama en la salud y en la enfermedad, cuando me veo bien y cuando me veo mal, me ama en lo mucho y en lo poco, en la escasez y en la abundancia, ME ACEPTA Y ME AMA POR LO QUE SOY.
Él es quien sostiene mi mano cuando estoy a punto de escuchar
malas noticias, es Él quien me abraza cuando estoy cansada, es Él quien escucha
todas mis angustias y tristezas, y lo más importante, Él es quien sostiene
mi corazón cuando no puedo más. ¡Él es mi amado príncipe azul! Yo
dormía, pero mi corazón velaba. ¡Y oí una voz! ¡Mi amado estaba a la puerta!
Cantar de los Cantares 5:2 Nueva Versión Internacional. Confío en que Dios me presentará a mi compañero
en esta vida, pero estoy segura de que él no me va a amar como Dios lo
hace.
Tengo la convicción de que Dios cumple nuestros anhelos mas
profundos, siempre y cuando estén dentro de sus planes divinos; y si el anhelo
de mi corazón es unirme con un hijo de Dios, en el momento en que mi Padre
Celestial lo desee, se cumplirá; pero lo más importante es que el deseo ya no es
una frustración que me atormenta, la soltería sólo es una condición natural y
humana, pero el anhelo de amor y búsqueda de la felicidad la he alcanzado, El
Señor es mi final feliz.
Querida amiga, el deseo de un compañero es natural, pero tu
vida no se puede detener por eso; no te entristezcas, no ofendas a Dios
deseando encontrar el verdadero amor, porque no hay nada más verdadero y puro
que el amor de tu Padre celestial.
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