martes, 8 de abril de 2014

Carta a Lucía

Amada Lucía:
Te estoy escribiendo esta carta a las 3:00 de la mañana, ya que no puedo dormir y quiero compartir contigo. Hoy fue un día muy importante en tu vida al matricularte en la universidad. Fue realmente tu día, estabas muy entusiasmada por iniciar una nueva etapa en tu vida. Mientras escuchaba hoy la orientación espiritual para padres, un consejero nos compartió acerca de la montaña rusa emocional en la que estamos embarcados. Como madre de una adolescente… creo que el símil incluso se queda corto.
Entonces no comprendía las emociones encontradas que experimentaba, ya que mi orgullo estaba nublado por la egoísta tristeza de perder a mi niñita. ¿Cómo sabría que habías crecido lo suficiente, para sobrevivir a ciento veinticinco kilómetros de mamá? Eres una persona sorprendente y la verdad es que estabas lista para tu nuevo destino, ¡era yo quien no lo estaba! Tienes una perspectiva fantástica de la vida, y tu fuerte fe en Dios me da mucha paz y tranquilidad, ¡gracias!
Todo lo que pensaba era en qué darte para que te aferrases a esa gozosa ocasión. Estabas tan entusiasmada, que seguías diciéndome que recordarías ese día para siempre, en el que yo hasta me pregunté, si ese día estaría en tu mente dentro de treinta años… ya que yo no podía recordar el mío, cuando me lo propuse un día. Como ves,... estaba equivocada.
Así que, aquí está mi regalo para ti. Estoy compartiendo tu día con todos los que quieran. Todo el que te conoce sabrá de tu naturaleza dadora. Estoy usando tu historia para darle a otros, conforme a tu hermoso corazón, sabiendo que cuando das, que siempre lo haces,... recibes.
Vivimos juntas tu último año y, aunque ya he pasado por esta experiencia dos veces antes con tus hermanos, su intensidad nunca disminuye. Fue una gran experiencia ver tu gozo en todas las festividades de tu último año de secundaria.
El final, tu baile de graduación, fue un auténtico clímax: fue uno de los momentos más emocionantes de tu vida... y la mía. Tu “grupo” de amigos estaba compuesto por nuevos y viejos, pero un denominador común era que todos eran buenos muchachos. Algunos de ellos, eran parejas, otros sólo amigos y un chico loco fue solo… su nombre: Matías. Eso no importó, habías estado cerca de él mucho tiempo, y recibió el afecto de todas las chicas que le simpatizaban, como tú.
Ese espíritu libre, al que había conocido hacía cuatro años, cuando le trajiste a la cena de la práctica de la boda de tu hermana, pude ver claramente por qué te agradaba. Era la imagen del buen chico, íntegro, que uno aprobaría siempre, de existir algún chico digno de estar cerca de nuestra hermosa hija, nuestra bebé. Se quedó en tu vida a lo largo de toda la secundaria, y no podría estar más contenta, si todos los que llevases a casa fueran como él.
Recuerdo las fotos que tomamos en nuestra casa antes del baile de graduación, y también recuerdo haberme sentido triste por él, sin pareja, hasta que su fantástica personalidad le hizo el centro de atención. Sus fotos reflejaron que estaba en su elemento. Alquilaste una limusina, y me sentí aliviada de que el riesgo de que bebieses y condujeses fuese eliminado. El grupo satisfizo mis expectativas, y todos regresaron a casa sanos y salvos, habiendo disfrutado realmente ese día. Estabas mostrando señas de crecer… eras la chica perfecta.
De camino a casa después de la matrícula, sonó el teléfono. Era tu hermano, y yo creía que llamaba para felicitarte en tu día especial. Su voz fue solemne, me pidió que te pusiera al auricular. Al tú escucharle, pude verte por el espejo retrovisor del conductor. Yo conducía a casa. En esos momentos vi en tus ojos lo que las palabras nunca podrán describir: envejeciste años en sólo unos momentos. Nunca olvidaré esa mirada en tus ojos. No estabas preparada, no habías sido advertida para poderte proteger. Sólo nuestra fe en Dios nos permite soportar esos momentos. Recuerda siempre que esta fe es lo que necesitas para seguir adelante.
Cuando colgaste, balbuceaste que Matías se había ido. Tuve que hacerte mil preguntas para sacarte alguna información, porque el “shock” te había atontado. Tus primeros pensamientos fueron de ira porque “alguien del grupo le hubiese permitido beber y conducir”. Los detalles de cómo murió no son importantes, lo que importa es que Matías era un buen chico que nos dejó en lo mejor de su vida. Sé que cuestionabas por qué Dios permitía esto. Intenté imaginar el dolor que su familia sentía y los pensamientos devastadores, de todo padre que tiene que enterrar a su hijo. Cuando seas madre algún día, podrás comprender que no puede haber nada peor.
Han pasado ya horas, y estás exhausta y semidormida, tus ojos rojos y tu rostro triste. Mi corazón se rompe al no poder librarte del dolor que sientes. El servicio conmemorativo de velas de esa noche en la secundaria, estuvo lleno de muchos que amaron a Matías. Lo único que puedo darte es el regalo de la fe. Una fe de que Dios tenía el plan especial para Matías de tocar las vidas de muchos, y tuvimos la bendición de compartirle aunque fuera por breve tiempo. El don de Matías de tocar a tantos, se hace evidente ahora que se ha ido.
Vaya un mensaje "para hacer saber a todo amigo que nunca está bien beber, ni siquiera una gota, y colocarse detrás del volante de un coche. Para no temer llamar a un padre o a un amigo y pedirles que nos recojan, si hemos estado bebiendo. Que ninguna decisión es buena cuando la hacemos bajo la influencia del alcohol. Que todos somos capaces de tomar la mala decisión de beber, sin importar lo buenas personas seamos". 
Todos somos humanos y podemos ser perdonados por nuestro Hacedor, por nuestros padres y por nuestros amigos. El sacrifico final de Matías tocará las vidas, tanto de ustedes como de las de muchos amigos, y aquí está mi oportunidad de honrarle.
Le enviaré esta carta a muchas personas. Personas que nunca tuvieron la bendición de conocer a Matías. Aun aquellos que no estén experimentando los “goces” de la adolescencia, tienen sobrinos, primos, vecinos, o conocen a alguien que los tiene. Enviemos un mensaje por Matías: no bebamos y conduzcamos. Porque por cada vida a la que su historia sea contada, le estaremos enviando una bendición a alguien que le puede salvar.
Lucía, dijiste esta mañana que este sería un día que recordarías por el resto de tu vida. Ahora estoy convencida de que así será. Te ama siempre, incondicionalmente, tu Mamá.
El alcohol deja siempre una triste huella en el alma. Mejor es no caer en las garras del alcohol.
Andan a tientas en medio de la oscuridad, y se tambalean como borrachos. Job 12:24,25.
Pues borrachos y glotones, por su indolencia, acaban harapientos y en la pobreza. Proverbios 23:21.

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