Cuando te encuentras a ese amigo o amiga en la calle o en las redes sociales, y empiezan a comunicarse de nuevo, es como si el tiempo no hubiese pasado. Habrán mil cambios y cosas nuevas en su vida, pero el sentimiento de amistad, lo que les unía y les hacía tan compadres sigue ahí.
Quizás es que le doy mucho valor a la amistad, pero perder amigos no es algo que agrade mucho, y menos si la razón de la pérdida es incompresible. En esta situación uno se cuestiona todo y trata, o debería tratar, de no actuar de manera impulsiva aunque tu amigo o tu amiga ya actuara impulsivamente, molestándote, criticándote, reclamándote y finalmente dándote la espalda; todo porque tu único error fue no compartir con él decisiones de tu vida personal, privada, en tiempo real, en el instante mismo de haber tomado una decisión. ¡Vaya!, ¡ni que estuviéramos en primaria!
En esos momentos lo mejor es esperar a que a tu amigo se le pase la rabia, y que a ti se te sequen las lágrimas y te pase la rabia de no haberle contestado mal, impulsivamente. Ayuda mucho pensar y ensayar en tu cabeza lo que quieres expresarle a esa persona y hacerte preguntas, tratar de saber por qué reaccionó así, por qué dijo, hizo. Y ya con él, hacerlo todo en un son de paz y de reconciliación.
Por más que te haya humillado, te haya hecho sentir mal y que ni siquiera se haya disculpado, tú no debes caer al mismo nivel. Tienes que perdonar y dejar cerrar esa herida con el tiempo. Al principio será difícil y dolerá cada vez que la toques, pero con el tiempo mejorará.
En todas partes nos han dicho que si se perdona se debe olvidar, porque de lo contrario no hay perdón verdadero; sin embargo, está bien perdonar pero no se puede olvidar, estará siempre en nuestra mente aunque no queramos. Está bien cerrar y sanar esa herida por medio del perdón; quedará la cicatriz, lo cual muestra que hubo dolor, pero también muestra que hubo la disposición y el deseo de perdonar, y hacer borrón y cuenta nueva.
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