miércoles, 5 de marzo de 2014

La doble Gracia de Dios

“Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”, clamó el ladrón en la cruz.
“Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí”, gritó el ciego.
“Jesús maestro, ten misericordia de nosotros”, rogaron los leprosos.
young man rest on wheat fieldMúltiples peticiones, ruegos, súplicas y una tras otra fueron respondidas por Jesús de Nazaret. Él nunca permaneció indiferente al dolor humano; aunque no conocía a esas personas, en su divinidad podía ver que era un ladrón y culpable de muerte, podía ver el pecado en ellos, en definitiva, podía ver que ninguno de los que se acercaban a Él merecían ser sanados. Nadie merecía recibir la sanidad de Él, sin embargo uno por uno recibieron un inmerecido regalo. 
Esa es la gracia de Dios, recibir gratuitamente algo que no se merece. Todos recibieron lo que pidieron. Ninguno se quedó sin respuesta, Dios satisfizo todas sus peticiones.
Sin embargo, veamos "la doble gracia de Dios", porque una cosa es pedir y recibir, y otra cosa muy diferente es recibir algo que ni siquiera se pidió, a eso se le llama la doble gracia de Dios.
Por ejemplo, el cojo de nacimiento. Él pidió unas monedas, jamás pidió ser sano, y sin embargo recibió la sanidad que nunca había pedido; esa es la doble gracia de Dios. ¿Recuerdas la multitud que rodeaba el Gólgota?, ¿recuerdas sus palabras maldicientes, los escupitajos? ¿Y recuerdas algún grito de perdón, alguna petición de último momento o de arrepentimiento? Sin embargo Jesús les perdonó porque no sabían lo que hacían. Esa es la doble gracia del Altísimo.


¿Recuerdas haberle pedido a Cristo que muriera en tu lugar? Es más, ni siquiera habías nacido, pero Jesús pensó en ti y murió sin que hubieras pedido nada. Esa es la doble gracia de Dios.
“La ley de Dios fue entregada para que toda la gente se diera cuenta de la magnitud de su pecado, pero mientras más pecaba la gente, más abundaba la gracia maravillosa de Dios”. Romanos 5:20 (NTV)

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