jueves, 13 de marzo de 2014

Comience a orar con el Espíritu

Desde hoy métase con Dios y comience a orar en el Espíritu
Cuando progresamos en nuestra intimidad con Dios, también avanzamos en el proceso de orar y tener comunicación con Él. Es un nivel al que todos deseamos llegar. ¿Se consigue de forma rápida? Hay dos posibles respuestas: La primera que sí es posible conseguirlo rápidamente, y la segunda, que esa posibilidad está ligada al grado de dependencia que desarrollemos de nuestro amado Padre celestial.

El apóstol Pablo, uno de los más grandes discipuladores y apóstoles de todos los tiempos, lo describe en la carta que dirige a los creyentes de Corinto: “¿Qué pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento.” (1 Corintios 14:15 )
Hay dos componentes en esta instrucción: El primero, orar en el espíritu, o sea, tener un diálogo directo con Dios, y el segundo, que orar en ese grado de intimidad con el Señor, no nos exime de ser conscientes de lo que decimos.
Comience a orar en el Espíritu

El escritor y evangelista del siglo pasado, R. A. Torrey, escribió: La verdadera oración es la oración en Espíritu, es decir, la oración que el Espíritu inspira y dirige. Cuando vamos ante la Presencia de Dios, debemos reconocer “nuestra absoluta debilidad”, nuestra plena ignorancia de qué es lo que debemos pedir, o de cómo orar; y reconociendo conscientemente nuestra total incapacidad para orar bien, debemos buscar ayuda en el Espíritu Santo, entregarnos a Él por completo para que dirija nuestras oraciones, guíe nuestros deseos y nos lleve a expresarlos.”

Parece complejo pero es sencillo. Hasta el momento hemos orado en un nivel básico, pero es necesario superar las dificultades de la tarea, con la confianza consecuente de una intimidad con nuestro Supremo Hacedor. Y esa intimidad no se alcanza con unos cuantos minutos de oración, sino con la Permanencia en ella, y en Él.

¿Qué ocurre cuando oramos en el Espíritu?

Es una pregunta frecuente cuando abordamos el tema de la oración, y la respuesta es una oración conforme a la voluntad de Dios, voluntad que el Espíritu Santo nos ayuda a conocer. 
Torrey escribe de nuevo sobre el tema: “Cuando oramos en el Espíritu, oramos por cosas correctas y de la manera correcta. Habrá gozo y poder en nuestra oración.”

Esta intimidad con el Señor nos lleva a pedir con confianza, con la certeza de que Dios nos escucha y que nuestro clamor tendrá respuesta. Aparte de su trascendencia, también es maravillosa porque tomamos conciencia de un Dios que es Padre, que nos ama y se preocupa de nuestras necesidades.
Es un nivel en el que comenzamos, sí, pero que después nos lleva a nuevos niveles, hasta el punto que el apóstol Pablo escribe a los creyentes de Éfeso: “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.” (Efesios 6:18).

¿Reviste importancia el orar en el Espíritu? Por supuesto que sí. Se menciona varias veces en las Escrituras, y Judas instruye: “Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo.” (Judas 20)
¿Orar en el Espíritu está ligado a una actitud o una disposición? Ciertamente, "disposición". Es decir, disponernos para adentrarnos en el Señor, hasta el punto en el que dejamos de preocuparnos por el paso del tiempo y lo que anhelamos es estar en Su Presencia, moviéndonos en el centro mismo de Su voluntad. 

Es tiempo de comenzar a orar en el Espíritu.

A orar se aprende orando. No es asunto de pretender que en un abrir y cerrar de ojos desarrollemos intimidad con el Señor. Es un proceso que va de la mano con disponer nuestro corazón, para conocer a Dios en su real dimensión. ¿Imposible?, no. Progresivo, sí.
El Espíritu mismo nos enseña, conforme nos adentramos en Él, la forma como debemos orar:“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.” (Romanos 8:26)
Tengamos en cuenta que la profundidad que demanda esta forma de orar, no necesariamente está asociada a hablar en lenguas. Puede darse, pero en cada uno de nosotros debe haber el conocimiento de qué estamos expresando.

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