sábado, 1 de febrero de 2014

Obedeciendo por amor

“Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos”. 1 juan 5:3
A veces escuchamos a los jóvenes decir que los mandamientos han pasado de moda. Pero, por el contrario, Dios nos entregó sus estatutos para que podamos vivir de manera fructífera, y con ellos alcanzar la verdadera realización en nuestra vida. Estos mandatos implican ciertos límites para el ser humano, definiendo lo que Le debe agradar y lo que no, y cumpliéndolos podremos vivir una vida de acuerdo a Su diseño.
Por ejemplo, a muchos jóvenes les cuesta cumplir con el mandamiento de no fornicar; muchos de ellos se dejan llevar por sus emociones argumentando que es muy difícil cumplirlo, ya que reciben una gran presión por parte de la sociedad que les insta a hacer lo que todo el mundo hace.
bibliePero Dios sabe lo que necesitan sus hijos. Los padres establecen normas para la crianza de sus hijos más o menos estrictas según el caso. Pero sabemos que aunque no siempre son simpáticas, ayudan en el crecimiento. También los padres terrenales saben dar buenas dádivas a sus hijos, y las reglas que imponen son para establecer una sana convivencia, en paz y armonía. De esta manera se genera un ambiente en el que cada miembro de la familia desarrolla su máximo potencial. Así mismo, de forma similar, nuestro padre celestial, en su perfecta sabiduría, ha determinado reglas que deben ser respetadas en nuestra familia, ya que cumpliéndolas redundan en nuestro bienestar.
Quizá pienses que es muy difícil seguir los mandatos que Dios nos ha dado, pero cuando realmente le amas, obedecerle no resulta nada gravoso. La obediencia a la Palabra de Dios siempre traerá bendición a tu vida, pero implica renuncias y decisiones valientes. ¿Cómo quieres vivir tu vida?, ¿a tu manera, o respetando los mandatos de Dios? Él nos hizo libres, con capacidad de tomar nuestras propias decisiones, pero al mismo tiempo nos dio su diseño para que podamos vivir de manera que se contente con nosotros.

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