sábado, 1 de febrero de 2014

“El chisme y la murmuración, un deseo incontenible”

No importa el contexto en que nos hallemos, que es común encontrar atmósferas contaminadas por el chisme y la murmuración; una mala costumbre que puede afectar a cualquier persona.
Sin pretender estandarizar un perfil determinado de las personas a las que les gusta practicar este repugnante vicio, es importante mencionar que existen diversas investigaciones, en las que se concluye que la emocionalidad y sensibilidad a la que está expuesta la mujer, la hace más vulnerable a caer en este horrible hábito; sin embargo, esto no significa que el género masculino quede totalmente excluido de su práctica. No cabe duda de que, en ocasiones, podemos encontrar entre los hombres una mayor debilidad por el chisme y la murmuración en comparación a algunas mujeres. Así mismo, sería inoportuno tomar bases determinadas, como el nivel de formación, la ocupación, la edad o el estatus social de una persona para estigmatizarla de esta forma. Es una realidad que este mal se ha introducido por y en medio de la humanidad, en todos los ámbitos que componen la sociedad (familiar, educativo, espiritual, político y cultural).
El caso es que el chisme y la murmuración van más allá de una simple práctica; más bien, constituyen una vileza, manifestada en la iniquidad enraizada en el corazón de las personas, una mala actitud que demuestra claramente su deplorable condición pecaminosa.
El diccionario de la real academia española define el chisme como una noticia o comentario, verdadero o falso, con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras; y la murmuración es definida como una conversación en perjuicio de un ausente.
Como pueden observar, la única intención de las personas que practican el chisme y la murmuración, es dañar a las personas de las que murmuran. Esta gente vive haciendo toda clase de injusticia, corrupción, codicia y maldad. Están llenos de envidia, son capaces de cometer asesinatos, peleas y fraudes, y siempre están pensando y hablando mal de los demás, son unos chismosos. Odian a Dios, son insolentes, orgullosos, vanidosos, inventan maldades y no obedecen a sus padres. Son insensatos, no cumplen sus promesas, son insensibles y no tienen piedad de nadie. Aunque saben que la ley de Dios dice que quienes hacen esto merecen morir, no les importa y siguen haciéndolo. Además, los que hacen todo esto afirman que están en lo correcto”. Romanos 1:29-32 (Palabra de Dios para Todos).
La palabra de Dios describe perfectamente de qué puede estar lleno el corazón de los que viven en el chisme y la murmuración, como de un deseo incontenible para aquellos que sólo procuran maldad. “El chismoso no es digno de confianza; no busques la amistad del que habla demasiado”. Proverbios 20:19 (Palabra de Dios para Todos). Es fácil entonces, discernir cuándo alguien tiene la intención de dañar el buen nombre de su prójimo, ya que basta sólo con escuchar lo que sale de su boca. Es fácil comprobar si se puede o no confiar en esa persona, ya que su boca la delata. Es fácil concluir si alguien tiene temor de Dios o simplemente es un religioso fanfarrón, pues lo que sale de su boca revela quién es y a quién le sirve.
“¡Partida de víboras! ¿Cómo pueden ustedes hablar lo bueno siendo tan malos? Lo que uno dice muestra lo que uno es en su corazón. El que es bueno lo es en su corazón y habla de lo que tiene allí; de igual manera, el malo lo es en su corazón y habla de lo que tiene allí. Pero yo les digo que en el día del juicio, la gente tendrá que dar explicación por cada una de las palabras inútiles que dijo. Las palabras que dijiste servirán para juzgarte. Ellas te aprobarán o te condenarán”. Mateo 12:34-37 (Palabra de Dios para Todos).
La lengua es el miembro que puede producir mayor maldición para quienes gustan de maldecir, es como un cáncer que carcome el corazón hasta convertirlo en un basurero lleno de podredumbre. En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto”. Proverbios 18:21 (Nueva Versión Internacional). 
De la misma forma, la lengua es una pequeña parte del cuerpo, pero presume de grandes cosas. Hasta un gran bosque puede incendiarse con una pequeña y débil llama de fuego. La lengua es como la chispa que prende el fuego. De todas las partes del cuerpo, la lengua es todo un mundo de maldad, contamina todo el cuerpo. La lengua incendia todo el curso de nuestra vida y sus llamas vienen del mismo infierno. Santiago 3:5-6
Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre y con ella maldecimos a las personas que han sido creadas a imagen y semejanza de Dios. De manera que con la misma boca bendecimos y maldecimos. Eso, hermanos míos, no debería ser así. ¿Acaso puede dar un manantial agua dulce y agua amarga al mismo tiempo? Hermanos míos, ¿puede una higuera dar aceitunas y una vid higos? Así tampoco un manantial de agua salada puede dar agua dulce”. Santiago 3:9-12 (Palabra de Dios para Todos).
“Jehová, Padre Eterno, Dios Todopoderoso, necesitamos tu perdón y tu misericordia; toma nuestro corazón, límpialo y purifícalo, quita toda raíz de iniquidad que haya en él, quita todo deseo que nos incite a caer en el chisme y la murmuración. Que cada vez que hablemos sea de bendición y no de maldición, no sólo para nosotros sino para las personas que se encuentran a nuestro alrededor. Coloca temor de Ti en nosotros y permítenos hablar en santidad, justicia y verdad. Bendice a aquellos que hablan mal de nosotros, y así como has quebrantado nuestro corazón, quebranta el de ellos; concédeles la gracia de tu perdón por medio de Jesucristo y libérales de toda maldición generada por su pecado. Gracias Padre por tu perdón y tu bondad, en Cristo Jesús. Amén”.

¡Sé sabio, no hables mal de nadie porque a Dios no le agrada, y no confíes en alguien que habla mal de los demás, ten presente que seguramente contigo hace lo mismo!


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