Una joven madre, a quien le habían diagnosticado una forma de cáncer tratable, regresó a casa del hospital sintiéndose incómoda por su apariencia física y la pérdida del cabello ocasionada por las radiaciones. Cuando se sentó en una de las sillas de la cocina, su hijo apareció silenciosamente en el umbral de la puerta, estudiándola con curiosidad.
Su madre comenzó el discurso que había preparado para ayudarle a comprender lo que viera, y el niño vino corriendo, se acomodó en su regazo, puso su cabeza contra su pecho y se aferró a ella. Su madre decía en ese momento: “Y dentro de un tiempo, ojalá pronto, luciré como antes y entonces estaré mejor”.
El niño se enderezó pensativo. Con la franqueza de sus seis años, respondió sencillamente: “Diferente cabello, el mismo corazón”.
Su madre ya no tuvo que esperar ningún tiempo para sentirse mejor. Ya estaba mejor.
Proverbios 31:28
Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; Y su marido también la alaba.
1 Tesalonicenses 2:7
Antes bien, nos portamos con ternura entre vosotros, como cuida una madre con amor a sus propios hijos.
Antes bien, nos portamos con ternura entre vosotros, como cuida una madre con amor a sus propios hijos.
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