Una historia cuenta que una noche gélida de invierno, un niño se encontraba vendiendo periódicos en una esquina. El pequeño vivía en la calle y dormía en una caja de cartón que colocó en un rincón, para tratar de guarecerse lo mejor posible de las inclemencias del clima y de algunas “alimañas” que solían andar sueltas.
Aquella noche hacía más frío de lo habitual, y la caja de cartón con la que pretendía proteger su frágil cuerpito, no iba a ser suficiente. Preguntó entonces a un policía, si sabía a dónde podría ir un niño en esas condiciones.
El uniformado le indicó una dirección cerca de allí y le dijo que cuando fuera atendido, dijera: “Juan 3:16”.
Así lo hizo el niño. La amable anciana que le atendió cuando escuchó “la frase”, le hizo pasar, le dio de comer y le bañó; le proveyó ropas y le acostó en una mullida cama. Al día siguiente, después de levantarse muy temprano, le ofreció un desayuno como nunca había disfrutado. El niño no entendía nada.
La anciana se sentó junto al pequeño, abrió una gastada Biblia, leyó Juan 3:16 y le habló acerca de Jesús.
Fue entonces, cuando el niño comprendió cómo el amor de Dios es capaz de hacer que un chiquillo en situación de abandono, pueda sentirse amado, seguro, protegido.
No sabemos si esta historia es verídica o no; el caso es que tiene muchas similitudes con la vida real. Alguien dijo que todos los hombres conservamos un niño adentro no importando la edad, y tiene razón. Pero en este caso tiene un valor añadido. No importando la edad, es verdaderamente emocionante leer el versículo Juan 3.16.
Pongámonos en la situación de ese niñito perdido en medio de la helada, solitaria y negra noche, sin rumbo, sin protección. Su corazón clamaba por ese amor de Padre que no había conocido. “Dios te ama”, había leído muchas veces, en muchos lugares, pero la frase sonaba a palabras vacías, lejanas, sin sentido. No podía comprenderlo toda vez que veía a Dios como “ese gran ausente”. Sin importar los detalles, había tanta mentira, desidia,... cobardía alrededor de su historia personal y familiar, que tuvo que ser alguien ajeno que además de leerle Juan 3:16, tuviera la valentía de abrir el gran libro de las verdades de familia y leérselas en voz alta, una por una sin importar las circunstancias… ¡y así lo hizo!
Fue entonces, y sólo entonces, cuando Juan 3:16 alumbró su vida y pudo entregar su vida al Señor.
“No podemos hablarle del amor de Dios a una persona en situación de indigencia, si antes no le ponemos un plato de comida con el amor del Señor…”
...porque nadie va a poder comprender el amor de Dios a menos que lo vea en acción. Para eso estamos todos nosotros.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
(Juan 3:16 RV60)Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
(Santiago 2:26 RV60)
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