Al superintendente de educación del condado le hacía falta emplear un conductor de autobús escolar, y tenía tres opositores para la vacante. Para seleccionar el hombre más capacitado ideó la siguiente prueba:
* Llevó al primer candidato por cierto camino, a un lugar donde había una curva cerrada en una fuerte subida y le preguntó: “¿Cuánto puede usted acercar el autobús a la orilla del camino en esta curva, sin precipitarse con niños y todo por el precipicio”?
El conductor echó un vistazo, respondiendo: “Creo que hasta seis centímetros de la orilla sin arriesgar la seguridad”.
* Al segundo candidato para el trabajo se le planteó la misma situación. Examinó la curva y dijo al oficial del condado: “Creo que puedo llevar el autobús hasta dos centímetros de la orilla, sin caer sobre el precipicio”.
* El superintendente llevó al tercer candidato al mismo escenario, haciéndole la misma proposición. De inmediato este respondió: “¿Cree que estoy loco? A mí no me preocupa lo cerca que pueda llevar el autobús a la orilla. Más bien trataré de alejarme lo más posible de la línea de peligro”.
Éste fue el contratado.
Para el cristiano hay una “línea de peligro”. El apóstol Juan dijo: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15). Quien procura permanecer apegado lo más posible al mundo de pecado mientras sigue a Cristo, tiene una mala actitud.
Tal como el tercer conductor, cada individuo debe mantenerse lo suficiente alejado de la zona de peligro. El apóstol Pablo escribió: “Aborreced lo malo, seguid lo bueno”.
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