lunes, 20 de enero de 2014

Amor claro

El amor no conoce de situaciones personales que lo liberen de la responsabilidad de expresarse de forma práctica.
Amor claro
Versículo: Juan 13:1 Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. La agonía de la cruz no era desconocida para Cristo, aunque Él mismo no había transitado aún por ese camino. Los Romanos habían introducido este cruel método de muerte, mucho años antes de que el Hijo de Dios caminara por esta tierra. Hemos de suponer, entonces, que Jesús había visto, en más de una ocasión, a los reos colgados de maderos en las inmediaciones de las ciudades de Israel.
Pero la verdadera magnitud de la prueba que le esperaba, se ve revelada en toda su intensidad en la agónica lucha que se libró en Getsemaní. Allí, el Mesías confesó a sus más íntimos que se sentía angustiado hasta el punto de la muerte.
El amor no conoce situaciones personales, que lo liberen de la responsabilidad de expresarse de forma práctica en la vida de los que están a su alrededor.
¡Cómo no dedicar, entonces, las horas y los días previos a esta titánica prueba, a fortalecer el espíritu y concentrar los recursos espirituales! Si en algún momento alguna persona tuvo derecho a concentrarse en sí mismo frente a una inminente crisis, esa persona fue Jesús. Por supuesto que hubiésemos entendido que, frente a semejante prueba, se hubiera mostrado distraído o melancólico.
Juan, sin embargo, nos hace notar que el evento que aún está por describir, que ocurre con el pleno conocimiento por parte de Cristo, de que su hora había llegado para pasar de este mundo al Padre. Y el paso lo daría, irremediablemente, por la cruz. En ese momento crucial de su vida Cristo continuó pensando en sus discípulos, y no permitió que sus luchas personales le distrajeran del compromiso de amarles en todo momento y en toda circunstancia. La lección que nos deja su ejemplo es clara: el amor no conoce situaciones personales que lo libren de la responsabilidad de expresarse de forma práctica en la vida de los que están a su alrededor. Todos hemos conocido situaciones en las que una persona con una enfermedad incurable, hospitalizada, anima y bendice a los que le visitan para animarle.
Su ejemplo nos habla de una vocación que no conoce feriados, ni vacaciones, ni tampoco circunstancias en las cuales es lícito dejar de amar.
Esta vocación no es la misma cosa que la esclavitud al servicio, tal como la que mostró Marta cuando el Mesías la visitó en su casa (Lucas 10). Esta es otra cosa enteramente diferente. Pero el que ama de verdad, ama en toda circunstancia, aun en medio de profundas pruebas personales. ¡Esto sí que es amor!



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