viernes, 15 de noviembre de 2013

El kilómetro más veloz del mundo - Devocional - Vídeo

En una pequeña escuela rural había una vieja estufa de carbón muy anticuada. Un pequeño niño era el responsable de llegar al colegio temprano, todos los días, para encender el fuego y calentar el aula antes de que llegaran la maestra y sus compañeros.
Una mañana, cuando todos llegaron, encontraron la escuela envuelta en llamas. Sacaron al niño inconsciente (más muerto que vivo) del edificio. Tenía quemaduras graves en la mitad inferior de su cuerpo, por lo que le llevaron a emergencias del hospital del condado.
Glenn Cunningham, yacía en su cama, semiinconsciente y con quemaduras graves. En ese estado, escuchó al médico que hablaba con su madre, y le decía que era muy probable que su hijo muriera, pues el fuego había destruido la parte inferior de su cuerpo. Quizás sea lo mejor que pueda pasar, opinó el médico con inocultable resignación. Pero el valiente niño no quería morir.
El caso es que no se sabe cómo, pero para sorpresa del médico, sobrevivió. Una vez superado el peligro de muerte, volvió a escuchar conversar al médico y su madre. El profesional le decía que quedaría inválido de por vida, ya que el fuego había dañado en gran manera las extremidades inferiores de su cuerpo, y una vez mas añadió: hubiera sido mucho mejor que muriera. Pero aún así, Glenn estaba decidido a caminar.
Cuando le dieron el alta, de la cintura para abajo no tenía capacidad motriz, sus delgadas piernas colgaban sin vida. Todos los días su madre le masajeaba las piernas pero no había sensación, ni control, no sentía nada. No obstante, su determinación de caminar era más fuerte que nunca.
Una mañana soleada, la madre le llevó al patio para que tomara aire fresco. Ese día, en lugar de quedarse sentado se lanzó de la silla, y se impulsó sobre el césped arrastrando las piernas. Llegó hasta el cerco de postes blancos que rodeaba el jardín de su casa y con gran esfuerzo, comenzó a trepar. Allí, poste a poste, comenzó a avanzar, estaba decidido a caminar.
Lo mismo todos los días, hasta que hizo una pequeña huella junto al cerco. No había nada que quisiera más que darle vida a esas dos piernas.
Por fin, gracias a las oraciones fervientes de su madre y a sus masajes diarios, más su persistencia férrea y determinación inquebrantable, desarrolló la capacidad, primero de pararse, luego de caminar y después de… ¡correr!
Glenn ya iba caminando a la escuela, después de un tiempo lo haría corriendo por el simple placer de correr. Por fin, más adelante, y ya en la universidad, formó parte del equipo de carrera sobre pista.
Y después, en el Madison Square Garden, éste joven que no tenía esperanzas de sobrevivir, que nunca caminaría y que según la ciencia, nunca tendría la posibilidad de correr, llegó a ser el atleta estadounidense que ¡corrió el kilómetro más veloz del mundo!
¿Sabes cuál era su versículo favorito?
Los muchachos se fatigan y se cansan, 
    y los jóvenes tropiezan y caen;
pero los que esperan en el Señor 
    renovarán sus fuerzas.
Levantarán alas como las águilas;
    correrán y no se cansarán, 
    caminarán y no se cansarán. (Isaías 40, 30-31)
Tanto su mamá como él permanecieron firmes en la esperanza; quizás algunos días se sentían más débiles que otros, pero sabían en quién confiaban y las circunstancias eran solamente eso, sólo momentos pasajeros.
No hay nada imposible si ponemos nuestra fe y confianza en Dios, y al mismo tiempo damos lo mejor de nosotros. Aprópiate de esta hermosa promesa, tal como lo hizo Glenn, y permite que Dios renueve tus fuerzas.
Fdo.: A. M. F. I.

No hay comentarios:

Publicar un comentario