Cuando Cristo entra en el espíritu del hombre, va a cambiar radicalmente la dirección de esa vida. Cristo, viviendo en nosotros, es una realidad espiritual que va a sacudirnos por dentro, nos va a romper todos los esquemas mundanos y pecaminosos, va a tomar nuestro corazón con una enorme fuerza y lo va a sumergir en su luz resplandeciente. Esto va a producir en nosotros un cambio total de manera de pensar, es decir, nuestra sed y nuestra hambre anhelarán sólo las cosas del cielo. Nunca más este mundo va a tener nada que nos atraiga. La simiente de vida que es Él en nosotros está llena de fuerza, de fuego, de resurrección; no es cualquier simiente, es DIOS VIVIENDO EN NOSOTROS.
Si Dios está habitando en alguien, este no puede permanecer en una vida de pecado, porque es demasiado poderoso lo que sucede cuando El Creador del universo entra en el corazón del hombre.
Si Dios está habitando en alguien, este no puede permanecer en una vida de pecado, porque es demasiado poderoso lo que sucede cuando El Creador del universo entra en el corazón del hombre.
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9)
Lo que está diciendo aquí el Apóstol Pablo, es que la evidencia de que el Espíritu de Dios habita realmente en una persona, es que ésta vive según el Espíritu. Ha dejado su forma pecaminosa de vivir y ahora es guiada por el Espíritu de Cristo. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios” (Romanos 8:14).
Ser guiados por Dios significa oír conscientemente su voz, Su Palabra, incluso en nuestros sueños, o la palabra profética que Él nos pueda hablar; significa tener anclado el “Temor de Dios”, que viene por el Espíritu de Dios y que nos guarda en sus mandamientos y en sus caminos.
El evangelio poderoso de Jesucristo es una llamada a seguirle a Él. No es un formulismo, ni una oración inconsciente y sin compromiso. La salvación radica en la respuesta del hombre al sacrificio de Cristo, entregando verdaderamente su vida para ser transformado por su poder. Es dejar nuestra vieja forma de vivir para volvernos a Él. Mientras esta no sea la firme determinación de nuestro corazón, aún no habremos alcanzado la salvación. Podemos estar comenzando a conducir nuestros pasos para acercarnos a ella, pero no se consumará hasta que no pongamos verdaderamente nuestra vida en Él.
Unos deciden ir en pos de Él y entregan sus vidas de manera radical, con una sencilla oración que sale de lo más profundo de su ser, y son sellados en ese momento. Otros, no tan decididos, se van acercando a Él poco a poco, hasta que finalmente rinden sus corazones totalmente para recibir su salvación. Y otros sólo tienen la oportunidad de hacer una oración antes de morir, y esto puede serle suficiente a Dios para salvarles. O sea, los tiempos y el corazón de cada hombre son diferentes, no podemos hacer una fórmula y meterles a todos dentro de ella.
“Los que son de CRISTO han crucificado su carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24). Es totalmente radical, no dice "van crucificando su carne poco a poco, según Dios vaya tratando con ellos", tal como se predica hoy en día.
La salvación no es provocada por la estricta textualidad de los versículos de Romanos 10:8-9, 8- Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: 9- que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo, separada de la profunda comprensión del Nuevo Testamento. Es además, y sobre todo, parte de una serie de verdades que la complementan y que le dan sustancia, contenido y forma. No se debe tomar como una oración aislada de su verdadero significado, sólo con el fin de obtener creyentes “fuera de la realidad” para llenar la membresía de las iglesias, porque esto es un error garrafal que Dios quiere enderezar.
Porque Dios está restaurando no sólo la predicación de Su evangelio, sino también la forma de entender lo que éste significa. La forma de apreciar la perla, de gran precio, que Él nos ha dado. La forma de vivir como cuerpo de Cristo, no vituperando Su nombre con injusticias de toda índole, sino levantándolo con la honra que Él merece, viviendo una vida santa para Él.
Fdo.: A. M. F.
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