La lluvia, empujada por el viento, golpeaba bulliciosamente contra la ventana de mi habitación, mientras abrí la tapa y volví las páginas del libro hasta el capítulo uno. Durante varias horas me perdí en la historia; miré el número de la página en la que estaba y vi que era la número sesenta.
“No está tan mal”, pensé, “casi estoy a un cuarto del total.
Veía el número de páginas en un libro como una tarea amedrentadora. A lo largo de mi adolescencia, siempre revisaba el número de la página que leía y la comparaba con el total, ansioso de terminar con la tarea, ya fuese una lectura de placer o escolar. Medía mi progreso por saber cuán cerca estaba del final. Mi satisfacción venía al cerrar el libro en la última página.
Cuarenta años más tarde, embelesado por una buena historia, nunca miro el número de la página; disfruto la historia. El final no es más que un suspiro de alivio, es triste el momento en el que tengo que dejar el mundo de las páginas y regresar al mundo real. Saboreo cada momento de la vida a la que soy transportado entre sus páginas.
Fue en aquellos mismos años mozos cuando añoré volar, sentirme libre, vivir la vida que quería; no saboreé bien las páginas al voltearlas.
Hoy espero que mi última página no esté tan cercana. Quiero saborear la historia que las páginas de mi vida me ofrecen. He aprendido a disfrutar la historia. Cada página es cuidadosamente leída por mí y amada por la información que atesora; ¿qué me enseñó el ayer?
Volteo la página hacia el mañana; ¿qué nuevo misterio y aventura se habrán de desplegar?
Ya no ando apurado en la vida; ahora disfruto la lectura.
Interesante reflexión. Nos identificamos con ella al recordar las asignaciones de lectura de libros en el colegio, cuando teníamos que leer El Quijote, Don Segundo Sombra, La Cabaña del Tío Tom, etc. Lo cierto es que a medida que han pasado los años, todavía sigo pendiente del porcentaje del libro leído, cuando siento que necesito leerlo aunque no sea enteramente de mi agrado.
Pero no cabe duda de que, en cuanto a la vida, todos necesitamos disfrutar leerla un poco más… El cumplimiento de tareas, el logro de objetivos, etc., podrán parecer muy importantes en un momento determinado, pero su satisfacción es efímera y simplemente dan paso a otras tareas y objetivos.
A fin de cuentas, es el trayecto, la travesía por este mundo, una travesía que habrá de finalizar tarde que temprano, lo que debe captar nuestro entusiasmo, ya que Dios nos puso aquí con un propósito. Sepamos gozar cada día de este lado del cielo, aferrados al Señor y alineándonos con Sus planes para nuestras vidas. Adelante y que Dios les bendiga.
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