Hace tiempo descubrí que la definición de fracaso es “conformismo”. Me llamó la atención su definición y me puse a indagar. El conformismo es "esa horrible tendencia o actitud, definida por el diccionario, del que se adapta a cualquier circunstancia o situación con excesiva facilidad”. Algunos sinónimos de conformismo son: resignación, sometimiento, doblegado, amoldado, o blando. En definitiva, ninguna de estas palabras son muy positivas y realmente no sugieren un carácter luchador.
La palabra de Dios nos habla de algunas de esas actitudes y cualidades que nos conviene tener, por ejemplo valentía y dedicación. Un ejemplo claro de este llamado de Dios a movernos hacia estas cualidades lo vemos en Josué, a quien le tocó la tarea de llevar al pueblo de Israel a poseer la tierra que Dios les había prometido. A pesar de que esta bendición ya estaba “prometida” por Dios, el pueblo tuvo que movilizarse. Estas son las palabras del Señor a Josué: “Mi siervo Moisés es muerto: levántate pues ahora, y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie” (Josue 1:2-3).
En primer lugar, las instrucciones de Dios a Josué eran que debía” levantarse”, y después tenía que “pasar”; ambas cosas requerian una acción, un movimiento. Parece sencillo pero no lo es. Requiere una determinación férrea renunciar al conformismo, a la resignación y a la falta de esfuerzo. Requiere también tener presente que los extremos no son buenos, como por ejemplo pensar que ser muy espiritual es usar todas las fuerzas únicamente orando para que las cosas sucedan, pero sin moverse, sin actuar; naturalmente se olvida algo. Por contra, y en segundo lugar, están aquellos que son muy activos y no consultan nada a Dios antes de actuar, dependiendo siempre de sus fuerzas y no de la gracia y el favor de Dios.
Ninguna de las dos opciones es la ideal. La Biblia nos dice que “la fe sin obras es muerta”, o sea, necesitamos acompañar lo uno con lo otro. El llamado de hoy es a ponernos manos a la obra y desarrollar, juntamente con nuestra fe, un plan de acción para alcanzar las metas que Dios ha depositado en nuestros corazones.
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