Cuando alguien nos lo cuenta, cuando lo vemos, cuando nos enteramos o vivimos un problema que de alguna manera nos afecta, nos sentimos mal; es normal, lo que no es normal es que ese problema se engrandezca en nuestra mente, hasta el punto de que nos absorba el pensamiento y no veamos otra cosa que el mismo. Todas las cosas nos van bien excepto ese pequeño problema, pero como el problema lo hemos agrandado en nuestra mente, comenzamos a ver todo mal e incluso nos vemos mal nosotros mismos. La gente que está acostumbrada a agrandar los problemas no pueden ser felices, porque a ellos cualquier situación les parece un mundo. Las frases que dicen estas personas son sorprendentes; dicen que todo les va mal, que nunca levantan cabeza, que no salen de una para meterse en otra, etc…, frases que expresan cómo han agrandado un problema hasta convertirlo en algo casi tan o más importante que la propia vida.
Después ese problema se resuelve, pero aparece otro que también se agranda. Y aparece otro que también se masifica, porque un abismo llama a otro abismo, como dice el Salmo 42:7 un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas. Observe la frase "como el abismo llama a otro por medio de una voz procedente de la cascada". Cascada aquí significa alcantarilla, acueducto subterráneo, sumidero, que hace que el abismo continúe abriéndose paso. Nuestra actitud frente a los problemas es lo que hará que ese problema no llame a otro, como un abismo a otro, y lo que está claro es que cuando agrandamos los problemas, creamos una cascada con voz, un acueducto por donde los problemas llaman a otros problemas.
Y por eso la Biblia nos llama en Deuteronomio 32:3 y el Salmo 34:3, a engrandecer al Señor por encima de cualquier circunstancia o problema, y cuando engrandecemos al Señor los problemas comienzan a hacerse pequeñitos. Así que cuando tengas problemas apela al Señor, agrándale y verás como se empequeñece tu problema. Porque la presencia de Dios empequeñece los problemas.
En una ocasión tenía un problema con unas personas y fui a la presencia del Señor bastante desanimado, pero cuando estaba en su Presencia, el Señor me tocó de una manera tan extraordinaria que el problema comenzó a empequeñecerse, a tal punto que me causó risa. A partir de se día, todos los problemas que aparecen en mi vida los llevo a la presencia del Señor para empequeñecerlos y luego los trato. Porque si tratamos los problemas viéndolos como gigantes nos producirán miedo en vez de risa. Hay un versículo que dice ¿Y de quién te asustaste y temiste, que has faltado a la fe…? Isaías 57:11, en otras palabras, Dios nos pide que le presentemos a ese que nos asusta. Es como si Dios dijera, si ése te da tanto miedo es porque debe ser más grande y poderoso que yo, ¿por qué no me lo presentas?; qué buen sentido del humor tiene el Señor, porque no hay nadie más grande y poderoso que Él y si Él está con nosotros no debemos temer a nadie más. A veces el enemigo se hace el grande y viene a nosotros metiéndonos miedo, pero cuando nos ve firmes en el Señor es el enemigo el que tiembla, como dice Santiago 2:19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
El profeta Elías, es un ejemplo de miedo al enemigo, porque cuando recibió el mensaje, el sms de Jezabel, un sms que le decía en otras palabras, que donde te encuentre te mato, se escondió en una cueva asustado. Y su miedo fue tan feroz que deseó morirse dice 1 Reyes 19:4, e incluso le sugirió al Señor que le quitara la vida. ¿Cómo es posible que un hombre que ha abierto con su manto un mar, ha hecho caer fuego del cielo, que acababa de enfrentarse a 400 falsos profetas y vencido sobre ellos, un simple mensaje le derrumbe?; la razón la encontramos en la mente de Elías, en como él agrandó ese problema, cómo le dio más importancia de la que tenía otorgándole incluso hasta poder sobre él mismo. Pero Elías no fue al encuentro del Señor, no fue a su presencia, sino que tuvo que ser el Señor el que viniera a su encuentro. Así que el Señor fue al encuentro de Elías y le dice: ¿Qué haces aquí, Elías?, como diciéndole que no debería estar en ese lugar.
Y es que nuestros problemas alteran nuestra vida. Hay creyentes que dominan sus problemas, pero hay problemas que dominan a los creyentes, les hacen desviarse de su recto camino. Cuando un creyente se encuentra una montaña, un problema, no lo escala, lo rodea, se desvía de su camino, mueve ese problema, le ordena que desaparezca de su vida, lo afronta, como dice Mateo 17:20 Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.
Y es que nuestros problemas alteran nuestra vida. Hay creyentes que dominan sus problemas, pero hay problemas que dominan a los creyentes, les hacen desviarse de su recto camino. Cuando un creyente se encuentra una montaña, un problema, no lo escala, lo rodea, se desvía de su camino, mueve ese problema, le ordena que desaparezca de su vida, lo afronta, como dice Mateo 17:20 Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.
No agrandes los problemas, llévalos a la presencia del señor para que se hagan pequeños y te reirás de ellos.
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