lunes, 23 de diciembre de 2013

Elegir es más que elegir - Devocional

No te apresures en tu espíritu”
(Eclesiastés 7:9a).
En casa suelo jugar con mis hijas al juego de encontrar el objeto. Tomo algo pequeño, un dado, una canica, u otra cosa que quepa fácilmente dentro de una mano, sin que sea notorio que está allí. Cruzo detrás de mi espalda las manos y paso el objeto de una mano a la otra, o finjo que lo hago. Luego, imitando a un prestidigitador experto, extiendo hacia adelante ambas manos cerradas, con los nudillos hacia arriba. Mis hijas tienen que elegir en qué mano está el objeto. Si aciertan ganan, si equivocan la mano, pierden. Tienen un cincuenta por ciento de fracasar y otro tanto de alcanzar el objetivo. Aunque es un juego divertido e inofensivo, a veces el aire se puede cortar del nerviosismo. Las reacciones en el proceso de elegir suelen ser diversas, desde la euforia hasta la interminable vacilación para decidir. Elegir puede ser muy duro, inclusive en un juego de familia.
Pienso en estos episodios de ocio familiar que tenemos con frecuencia en casa, y hago con ellos un eufemismo de la cotidianidad, aunque ésta con menos risas y más frustración. Es cierto que el día a día no es tan imprevisto, y errático, como el juego de encontrar el objeto. En la mayoría de los casos tengo más pistas para elegir. No obstante, me preocupa no acertar, me obsesiona no estar a la altura. Afronto un problema mayor que la simple elección y no es otro que la actitud ante la misma. El miedo te puede paralizar para elegir, la ansiedad te puede hacer precipitado al elegir, la incredulidad te puede limitar al elegir, la envidia te puede hacer elegir aquello que no necesitas y así, cada actitud negativa te condiciona a una elección equivocada.
Pero he dejado de preocuparme demasiado por el final y he empezado a enfocarme más en el proceso. Mis actitudes deben ser tratadas con antelación si deseo una elección apropiada. Esa llamada recibida que deseaba sólo para mí ¿debo atenderla o no? Siempre será mi elección, pero debo elegir reaccionar bien, sea que responda o que no. Puedo no responder, pero a la vez quedarme enfadado conmigo mismo porque me han llamado del trabajo, aún en mi día de descanso. Ejercí mi libre albedrío, sí, pero el malestar se quedó allí como un huésped indeseable. Elegí y estoy satisfecho con mi elección, bien, pero incómodo con mi actitud. El caso es que no disfrutamos de nuestras decisiones cuando las acompañamos de malas actitudes.
Mientras escribía, me llamaron de la iglesia por una emergencia que, a juzgar por la voz del interlocutor, parecía de proporciones cósmicas. Algún tipo de meteorito debe haber caído en nuestro templo, me dije. Me comentó que, mientras dos hermanas movían una estantería de la iglesia para limpiarla, un concertado ejército de cucarachas amenazó sus vidas hasta el punto de necesitar ayuda extra, así que creyó que yo era el más indicado para ayudarles ya que nuestra casa está a una calle de la iglesia. Quisiera decirles que elegí ir hasta nuestro edificio con una sonrisa de anuncio de pasta dental. Quisiera contarles que por un momento pensé en el favor que le hacía a la humanidad, eliminando aquella plaga temeraria, pero he de ser honesto con ustedes. Decidí ir de mala gana, me molestó dejar este artículo a medias por unas cucarachas indeseables y perdí de vista una vez más la importancia de mis actitudes. Mientras avanzaba por la calle hacia la puerta del templo, me di cuenta de lo torpe que era, y entonces enmendé mi actitud y cambié mi semblante. Lo demás es historia. Maté cuatro cucarachas con el heroísmo de un super-héroe (confieso que tuve la ayuda de un buen amigo que llegó en medio de la lucha y pudo matar una). Recibimos vítores y elogios, el mundo estaba a salvo una vez más y yo aprendí la lección.
Puedo elegir, pero mi elección puede ser equivocada si le precede una actitud desproporcionadamente negativa. Puedo elegir, tengo esa libertad, y por ello no debo hacerme esclavo de mis emociones. Debo elegir con paz, con certeza, con gozo, con actitudes que glorifiquen a Dios. La vida es una continua toma de decisiones, desde el inocente juego de acertar dónde está el objeto, hasta decidir las últimas palabras antes de partir de este mundo. Debo elegir mis actitudes antes de tomar mis decisiones. Este es el orden para que el proceso sea tan acertado como el resultado. Elegir es más que elegir, es un todo, un proceso que comienza y acaba en mí, y donde debemos asegurarnos la aprobación de Dios para una mayor ganancia.
 

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