Éste verso declara que Dios el Padre envió a Su Hijo "cuando el tiempo fue cumplido”.
Había muchas cosas ocurriendo al mismo tiempo en el primer siglo que, al menos desde el razonamiento humano, parecía ser el ideal para que Cristo viniera. Esto incluye lo siguiente:
1) Había gran expectación entre los judíos de ese tiempo por la llegada del Mesías. Los romanos gobernaban sobre Israel, haciendo que los judíos estuvieran ansiosos por la aparición del Mesías.
2) Roma había unificado gran parte del mundo bajo su gobierno, dando sensación de unidad a las muchas tierras conquistadas. Además, como el imperio se encontraba relativamente pacífico, hizo posible que los primeros cristianos pudieran viajar para esparcir el Evangelio, cosa que hubiera sido imposible en otros tiempos.
3) Mientras que Roma había conquistado militarmente, Grecia lo había hecho de forma cultural. Y una forma “común” del idioma griego (diferente al griego clásico) era el lenguaje comercial, hablado en todo el imperio romano, haciendo posible la comunicación del Evangelio a muchos, a diferentes grupos de gente mediante su utilización.
4) El hecho de que los ídolos de mucha gente habían “fallado”, al negarles la victoria sobre los conquistadores romanos, causó que muchos abandonaran su adoración. Al mismo tiempo, y en las ciudades más “cultas”, la filosofía y la ciencia griega de ese tiempo dejó a muchos espiritualmente vacíos, de la misma manera, que en la actualidad el ateísmo y los gobiernos comunistas han dejado un vacío espiritual en las personas.
5) Las religiones misteriosas de ese tiempo enfatizaban un dios-salvador y requerían que sus adoradores le ofrecieran sacrificios sangrientos, y esto hacía que el Evangelio de Cristo, que implicaba un último sacrificio, fuera algo increíble para ellos. Y además, los griegos creían en la inmortalidad del alma (pero no del cuerpo).
6) El ejército romano reclutaba soldados de entre las provincias, exponiendo a estos hombres a la cultura romana y a ideas como el Evangelio, que de otra manera no habrían alcanzado a aquellas lejanas provincias. Como ejemplo, la primera introducción del Evangelio en Gran Bretaña, fue resultado del esfuerzo de soldados cristianos estacionados ahí.
Tengamos presente que las declaraciones anteriores están basadas en el punto de vista del hombre respecto a aquel tiempo, y en la especulación de por qué ese particular tiempo en la historia era un buen momento para que Cristo viniera. Pero comprendemos que los caminos de Dios son más altos que nuestros caminos, y que éstas pudieron o no haber sido algunas razones por las que Él eligió ese tiempo en particular para enviar a Su Hijo.
Y desde el contexto de Gálatas 3 y 4, es evidente que Dios buscó colocar una base a través de la ley judía, para preparar la venida del Mesías. La ley fue hecha para ayudar a la gente a entender la profundidad de su pecaminosidad, siendo incapaces de guardarla, y así ellos podrían aceptar más prontamente la cura para el pecado en Jesús el Mesías (Gálatas 3:22-23; Romanos 3:19-20). La ley también sirvió como un “tutor” (Gálatas 3:24) para llevar a la gente a Jesús como su Mesías. Esto fue así mediante las muchas profecías concernientes al Mesías, las cuales fueron cumplidas en Jesús. Además de esto, estaba el sistema sacrificial, que señalaba la necesidad de un sacrificio por los pecados, así como su propia naturaleza temporal, haciendo que cada sacrificio requiriera siempre la adición de otros posteriores. La historia del Antiguo Testamento también esbozó retratos de la persona y la obra de Cristo, a través de muchos eventos y fiestas religiosas, como la disposición de Abraham de ofrecer a Isaac, o los detalles de la Pascua durante el éxodo de Egipto, etc.
Por último, Cristo vino cuando lo hizo en cumplimiento de la profecía específica. Daniel 9:24-27 habla de “setenta semanas” o setenta “septenios”. En este contexto, estas “semanas” o “septenios” se refieren a grupos de siete años, no siete días. Cuando uno examina la historia y alinea los detalles de las primeras sesenta y nueve semanas (la semana setenta tendrá lugar en un tiempo futuro), la cuenta regresiva de las setenta semanas comienza con “la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén…” (verso 25). Esta orden fue dada por Artajerjes Longímano en el 445 a.C. (Nehemías 2:5). Después de 7 (septenios), más otros 62 (septenios) o 69 x 7 años, dice que, “Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario...” y que “…su fin será con inundación…” (significando una mayor destrucción - verso 26). Aquí tenemos una inequívoca referencia a la muerte del Salvador en la cruz. Hace un siglo, en su libro El Príncipe venidero, Sir Robert Anderson dio cálculos detallados de las sesenta y nueve semanas, utilizando los “años proféticos” y considerando los años bisiestos, los errores en el calendario, el cambio de a.C. a d.C., etc., y ubicó el final de las sesenta y nueve semanas en el mismo día de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, cinco días antes de Su muerte. Ya sea que uno use esta guía o no, la clave es que el tiempo de la encarnación de Cristo se enlaza con la detallada profecía escrita por Daniel, con cerca de quinientos años de anticipación.
La oportunidad para el tiempo de la encarnación de Cristo era tal, que la gente de ese tiempo estaba preparada para Su llegada y desde entonces la gente de cada siglo tiene más que suficiente evidencia de que Jesús fue realmente el Mesías prometido, habiendo dado cumplimiento a las Escrituras que pintaron y profetizaron detalladamente Su llegada.
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