Una pintura en un antiguo templo muestra a un rey forjando una cadena de su corona y cerca, otra escena muestra a un esclavo convirtiendo su cadena en corona. Y debajo de la pintura se encuentra esta inscripción: “La vida es lo que hagas de ella, no importa de lo que esté hecha”.
Puede que hayas nacido con ciertos “ingredientes”, igual que un pastelero tiene o precisa elementos como la harina, el azúcar y el aceite en su cocina, pero lo que tú hagas con los talentos y las habilidades que Dios te ha concedido, ¡depende exclusivamente de ti!
Vive tu vida de forma que pueda ser evaluada de acuerdo con estas palabras de un poeta anónimo:
No es,... “¿Cómo murió él?”, sino “¿Cómo vivió?
No es,... “¿Qué ganó?”, sino “¿Qué ofreció?”
No es,... “¿Qué ganó?”, sino “¿Qué ofreció?”
Estos son los valores con los que se mide la importancia de un hombre como hombre, sin importar cómo y cuándo fue su nacimiento.
No es, “¿Cuál fue su puesto?” sino, “¿Tenía corazón?”
Y, “¿Qué hizo con lo que Dios le dio?”
“¿Tenía siempre a flor de labios una palabra para provocar una sonrisa, para desvanecer una lágrima?”
Y, “¿Qué hizo con lo que Dios le dio?”
“¿Tenía siempre a flor de labios una palabra para provocar una sonrisa, para desvanecer una lágrima?”
No es, “¿Cuál era su santuario?” tampoco, “¿Cuál era su doctrina?”
Sino, “¿Se mostró amigo de aquellos necesitados de verdad?”
Sino, “¿Se mostró amigo de aquellos necesitados de verdad?”
No es, “¿Qué decía la reseña del periódico?”
Sino, “¿Cuántos se apenaron cuando él murió?
Sino, “¿Cuántos se apenaron cuando él murió?
“Cuando tú naciste, llorabas y el mundo se regocijaba.
Vive tu vida de tal forma que cuando mueras el mundo llore y tú te regocijes”.
Vive tu vida de tal forma que cuando mueras el mundo llore y tú te regocijes”.
Proverbios 10:7
La memoria del justo es bendita.
La memoria del justo es bendita.
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