Es increíble la forma en la que muchos “cristianos” actúan ante aquél que ha fallado o pecado. Es increíble la facilidad con la que juzgamos y enjuiciamos, y lo lentos que somos para ayudar y restaurar.
Actualmente podemos ver cómo se nos hace fácil criticar duramente al que ha cometido un error, pero al mismo tiempo es notable la falta de disposición que hay en nosotros de restaurar al caído.
Muchos decimos amar a Dios, pero despreciamos a los que “han pecado”,... como si nosotros no pecáramos nunca.
A veces parece que algunos de nosotros estuviéramos en una burbuja en donde el pecado no pudiera alcanzarnos, cuando la realidad es que todos pecamos de diferentes formas. Juzgamos al adultero, por ejemplo, pero no nos damos cuenta de que con el simple hecho de desear a la mujer que no es tu esposa ya estás adulterando, y eso lo dijo Jesús: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.” Mateo 5:27-28 (Reina-Valera 1960).
Sucede que somos buenos para señalar los pecados de los demás, cuando nosotros también somos protagonistas de algunos otros; por ejemplo, hay gente que se enorgullece de no pecar pero practican la mentira, y cuando digo mentira hablo de cualquier clase de mentira, no la escalonemos, porque cometeremos el error de decir cuál sí es mentira y cuál no, o cuál es una mentira pequeña y cuál es una grande. Considero que para Dios mentira es mentira, y no importa como la cataloguemos nosotros.
¿Pero qué dice la Biblia sobre los mentirosos?, “Pero a los cobardes, a los que no confíen en mí, a los que hagan cosas terribles que no me agradan, a los que hayan matado a otros, a los que tengan relaciones sexuales prohibidas, a los que practiquen la brujería, a los que adoren dioses falsos, y a los mentirosos, los lanzaré al lago donde el azufre arde en llamas; y allí se quedarán, separados de mí para siempre.” Apocalipsis 21:8 (Traducción en lenguaje actual). Es una lista de cosas que muchos hacen o hemos hecho y que caso de no arrepentirnos verdaderamente para buscar a Dios, tendremos ese fin.Y decir amar a Dios y no amarnos entre nosotros es una de las hipocresías más grandes, y la hipocresía tiene que ver con la mentira, por eso la Biblia dice: “Si alguien dice: Amo a Dios pero odia a un hermano en Cristo, esa persona es mentirosa pues, si no amamos a quienes podemos ver, ¿cómo vamos a amar a Dios, a quien no podemos ver? Y él nos ha dado el siguiente mandato: los que aman a Dios amen también a sus hermanos en Cristo.” 1 Juan 4:20-21 (Nueva Traducción Viviente).
Hoy quiero invitarte a mostrar compasión por tu hermano, por tu mismo cuerpo, porque al fin y al cabo somos un mismo cuerpo en Cristo. Si tú no muestras compasión por tu propio cuerpo te estarás haciendo daño tú mismo, por eso te invito a mostrar compasión por los débiles, por los que caen, por los que tienen cualquier clase de atadura que les hace ser inconstantes; lejos de juzgarles, apartarles o menospreciarles, te invito a que les extiendas tu mano cuantas veces sea posible, pues esas personas están muy necesitadas de Dios y el Señor puede transformarles.
Puede que digas o pienses que estás cansado de esa persona que falla constantemente, quizá te parece que él o ella ya no se merece otra oportunidad, pero esa decisión no te corresponde a ti, Dios ve a esa persona con los mismos ojos de amor con los que te ve a ti y por ello tú, que amas a Dios, tienes una tarea que es ayudar, restaurar y no sepultar a los que caen.
Pedro le hizo una pregunta a Jesús: “Entonces Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: Señor, si un miembro de la iglesia me hace algo malo, ¿cuántas veces debo perdonarlo? ¿Sólo siete veces? Jesús le contestó: No basta con perdonar al hermano sólo siete veces. Hay que perdonarlo una y otra vez; es decir, siempre.” Mateo 18:21-22 (Traducción en lenguaje actual).
Quizá esa persona se ha aprovechado de tu confianza o de tu compasión hacia él o ella, sin embargo tú has sido llamado a perdonar y ayudar a esas personas; ¡muestra el amor que tienes hacia Dios ayudando siempre a los que lo necesiten!
Si realmente amas a Dios, también tratarás de amar a tu hermano, no importa que no sea como tú quieres, no importa si no hace lo que tú quieres que haga, pues esa persona sigue siendo amada por Dios y Dios quiere restaurarla. Tú eres el medio que Dios usará para eso.
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