La Práctica de la
Presencia de Dios-1ª Carta escrita por Nicolás Herman, Hermano Lorenzo a una monja
amiga, hace más de 300 años.
Debido a que deseas muy fervientemente, que te comunique el método mediante el que he llegado a experimentar este habitual sentido de la presencia de Dios, que el Señor en su misericordia se ha agradado concederme, debo decirte que me has convencido con tu tozudez. Pero voy a compartirlo contigo con la condición de que no muestres mi carta a nadie. Si supiera que vas a permitir que otro la viera, todo el deseo que tengo de que progreses no sería capaz de convencerme de que lo hiciera.
Debido a que deseas muy fervientemente, que te comunique el método mediante el que he llegado a experimentar este habitual sentido de la presencia de Dios, que el Señor en su misericordia se ha agradado concederme, debo decirte que me has convencido con tu tozudez. Pero voy a compartirlo contigo con la condición de que no muestres mi carta a nadie. Si supiera que vas a permitir que otro la viera, todo el deseo que tengo de que progreses no sería capaz de convencerme de que lo hiciera.
Lo que
puedo relatarte es lo siguiente: Encontré en muchos libros diferentes métodos
para llegar a Dios, y diversas prácticas de vida espiritual, pero pienso que
eso, antes de facilitarme lo que estaba buscando, que no era otra cosa que pertenecer
a Dios por completo, más bien me confundió. Así fue como tomé la decisión de
entregarme por completo a Dios. Después de haberme entregado totalmente a Él y
de hacer toda enmienda posible por mis pecados por amor a Él, renuncié a todo
lo que estaba alejado de Él y comencé a vivir como si no hubiera otras personas
en el mundo nada más que Él y yo.
A veces
me consideraba delante de Él, como un pobre criminal a los pies de su juez, y
otras veces le contemplaba en mi corazón como mi Padre y mi Dios. Le adoraba
con tanta frecuencia como podía hacerlo, manteniendo mi mente en su santa
Presencia, y trayéndole a mi mente en cuanto me daba cuenta de que estaba divagando
involuntariamente y no pensando en Él. Este ejercicio me produjo no poco dolor,
sin embargo continuaba haciéndolo a pesar de todas las dificultades que
surgían, sin inquietarme cuando mi mente divagaba involuntariamente. Ésta fue
mi tarea, tanto a lo largo del día de trabajo como en los momentos de oración;
en todo momento, a cada hora y a cada minuto, aún en lo más pesado de mi
trabajo, quitando de mi mente cualquier cosa que pudiera interrumpir mis
pensamientos acerca de Dios. Ésta ha sido mi práctica desde que entré en la
religión, y aunque lo he hecho muy imperfectamente, he encontrado grandes
ventajas en hacerlo. Todo esto, lo sé muy bien, debe atribuirse a la mera misericordia
y bondad de Dios, porque no podemos hacer nada sin Él, incluso menos que nada.
Cuando
somos fieles en mantenernos en su Santa Presencia, y tenemos a Dios siempre
delante de nosotros, no podemos ofenderle ni hacer algo que le desagrade.
También nos produce una libertad santa, y si puedo hablar así, es por una familiaridad
tal con Dios, que cuando le pido algo, Él me concede la gracia que
necesito.
En fin,
al repetir frecuentemente estas acciones se hacen habituales, y la presencia
de Dios llega a ser natural para nosotros. Por favor, únete a mí para darle
gracias por su gran bondad hacia mí, bondad que nunca deja de
sorprenderme,
y por los muchos favores que Él ha hecho a un pecador tan miserable como yo.
Que todas las cosas le alaben. Amén.
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