viernes, 18 de octubre de 2013

La Práctica de la Presencia de Dios-1ª Carta escrita por Nicolás Herman, Hermano Lorenzo - Vídeo

La Práctica de la Presencia de Dios-1ª Carta escrita por Nicolás Herman, Hermano Lorenzo a una monja amiga, hace más de 300 años.

Debido a que deseas muy fervientemente, que te comunique el método mediante el que he llegado a experimentar este habitual sentido de la presencia de Dios, que el Señor en su misericordia se ha agradado concederme, debo decirte que me has convencido con tu tozudez. Pero voy a compartirlo contigo con la condición de que no muestres mi carta a nadie. Si supiera que vas a permitir que otro la viera, todo el deseo que tengo de que progreses no sería capaz de convencerme de que lo hiciera.

Lo que puedo relatarte es lo siguiente: Encontré en muchos libros diferentes métodos para llegar a Dios, y diversas prácticas de vida espiritual, pero pienso que eso, antes de facilitarme lo que estaba buscando, que no era otra cosa que pertenecer a Dios por completo, más bien me confundió. Así fue como tomé la decisión de entregarme por completo a Dios. Después de haberme entregado totalmente a Él y de hacer toda enmienda posible por mis pecados por amor a Él, renuncié a todo lo que estaba alejado de Él y comencé a vivir como si no hubiera otras personas en el mundo nada más que Él y yo.
A veces me consideraba delante de Él, como un pobre criminal a los pies de su juez, y otras veces le contemplaba en mi corazón como mi Padre y mi Dios. Le adoraba con tanta frecuencia como podía hacerlo, manteniendo mi mente en su santa Presencia, y trayéndole a mi mente en cuanto me daba cuenta de que estaba divagando involuntariamente y no pensando en Él. Este ejercicio me produjo no poco dolor, sin embargo continuaba haciéndolo a pesar de todas las dificultades que surgían, sin inquietarme cuando mi mente divagaba involuntariamente. Ésta fue mi tarea, tanto a lo largo del día de trabajo como en los momentos de oración; en todo momento, a cada hora y a cada minuto, aún en lo más pesado de mi trabajo, quitando de mi mente cualquier cosa que pudiera interrumpir mis pensamientos acerca de Dios. Ésta ha sido mi práctica desde que entré en la religión, y aunque lo he hecho muy imperfectamente, he encontrado grandes ventajas en hacerlo. Todo esto, lo sé muy bien, debe atribuirse a la mera misericordia y bondad de Dios, porque no podemos hacer nada sin Él, incluso menos que nada.
 
Cuando somos fieles en mantenernos en su Santa Presencia, y tenemos a Dios siempre delante de nosotros, no podemos ofenderle ni hacer algo que le desagrade. También nos produce una libertad santa, y si puedo hablar así, es por una familiaridad tal con Dios, que cuando le pido algo, Él me concede la gracia que necesito.
En fin, al repetir frecuentemente estas acciones se hacen habituales, y la presencia de Dios llega a ser natural para nosotros. Por favor, únete a mí para darle gracias por su gran bondad hacia mí, bondad que nunca deja de
sorprenderme, y por los muchos favores que Él ha hecho a un pecador tan miserable como yo. Que todas las cosas le alaben. Amén.


 

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