La niña vivía en una casa pequeña, sencilla y pobre en la colina, y mientras crecía jugaba en su jardincito.
Al crecer pudo ver más allá de la cerca del jardín; vio que al otro lado del valle se alzaba una casa maravillosa en la cima de la colina. Esta casa tenía ventanas doradas, tan doradas y brillantes que la niñita soñaba lo mágico que podría ser crecer y vivir en una casa así, en vez de en una casa ordinaria como la suya.
Y aunque amaba a sus padres y su familia, anhelaba vivir en una casa dorada así y soñaba todo el día sobre cuán maravilloso y excitante se sentiría al vivir allí.
Avanzó el tiempo, y cuando alcanzó una edad en la que ganó suficiente habilidad y sensibilidad para ir más allá de la cerca del jardín, le preguntó a su madre si podía hacer un paseo en bicicleta fuera del portón y cuesta abajo. Tras rogarle, su mamá finalmente le permitió ir, insistiendo en que se mantuviese cerca de la casa y no se aventurase a ir demasiado lejos.
Era un hermoso día y la niña sabía exactamente dónde ir. Bajando la cuesta y cruzando el valle, condujo su bicicleta hasta llegar a la puerta de la casa dorada en la otra colina.
Al bajarse de su bicicleta y recostarla contra el portón, se fijó en el camino que llevaba a la casa y luego en la casa misma… y se desilusionó al darse cuenta de que las ventanas eran sencillas y estaban más bien sucias, reflejando nada más que el desaliño de una casa abandonada.
Quedó tan triste que no fue más lejos y dándose la vuelta, se montó en su bicicleta. Al levantar la mirada, vio una vista que la asombró: allá, al otro lado del camino, de su lado del valle, había una casita, sus ventanas reflejaban oro y el sol brillaba sobre... "su verdadera casita".
Se dio cuenta que ella había estado viviendo en su "casa dorada" y que todo el amor y cuidado que hallaba allí era lo que hacía de su casa una “casa dorada", "la casa de sus sueños”. Todo lo que siempre había soñado estaba allí mismo, ¡frente a sus propias narices!
Muchos hemos oído el dicho que reza que el “pasto se ve mucho más verde del otro lado de la cerca”, queriendo esto dejar en evidencia nuestra tendencia natural a menospreciar lo que tenemos y envidiar lo que otros tienen, algo propio de nuestra caída naturaleza según nos lo describe la Biblia.
Esta narración nos presenta de manera muy creativa el mismo principio, pero agregando cómo podemos estar tan engañados, incluso durante años, con una ilusión de cosas mejores que las que tenemos, cuando la bendición que Dios ha puesto en nuestras manos es muy superior. Sepamos ser agradecidos con Dios y gozarnos en Su provisión.
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