viernes, 18 de octubre de 2013

Un Día Hablé con Dios - Reflexiones - Vídeo

Un día, temprano por la mañana, me levanté para observar la salida del Sol.
¡OH, la belleza de la Creación de Dios está más allá de la descripción!
Mientras observaba, alababa a Dios por su bella obra.
Y mientras estaba sentado allí, sentí la presencia del Señor conmigo.
Entonces, Él me preguntó, “¿Me amas?”
Yo contesté, “¡Por supuesto, Dios!
¡Tú eres mi Señor y Salvador!”
Entonces me preguntó “Si estuvieras físicamente incapacitado, ¿aún me amarías?”
Me quedé perplejo, baje la mirada, me quedé unos minutos en silencio y luego contesté, “Sería difícil, Señor, pero aún así te amaría”.
Entonces el Señor dijo, “Si estuvieras ciego, ¿amarías aún mi creación?”.
¿Cómo podría amar algo, sin poder verlo?
Entonces pensé en las personas ciegas que aún aman a Dios y a su Creación.
Así que contesté, “Es difícil pensarlo, pero aún así te amaría.”
El Señor entonces me preguntó, “Si fueses sordo, ¿oirías mi Palabra?”
¿Cómo podría oír algo siendo sordo? Entonces comprendí.
Escuchar la Palabra de Dios no es solamente usar nuestros oídos, sino nuestros corazones.
Contesté, “Sería difícil, pero aún así oiría tu Palabra”.
El Señor entonces preguntó, “Si estuvieses mudo, ¿alabarías aún mi Nombre?”
¡Pero cómo puedo alabar sin voz! Entonces pensé que Dios desea que le cantemos desde nuestro corazón. Y contesté, “Aunque no pudiera cantarte físicamente, aún alabaría tu Nombre”
Y el Señor preguntó, “¿En realidad me amas?”
Con valor y profunda convicción, le contesté,
“¡Sí Señor! ¡Te amo porque Tú eres el Dios único y verdadero!”
Pensé que había contestado correctamente, pero Dios preguntó, “¿ENTONCES POR QUÉ PECAS?”Contesté, “¡Porque soy sólo un ser humano y no soy perfecto!”
“ENTONCES, ¿POR QUÉ EN TIEMPOS DE PAZ TE DESCARRÍAS TAN LEJOS DE MÍ? ¿POR QUÉ SÓLO EN TIEMPOS DE ANGUSTIA ORAS SINCERAMENTE?”

No hubo respuestas. Sólo lágrimas.
El Señor continuó, “¿Por qué solamente cantas en la iglesia? ¿Por qué me buscas sólo en tiempos de necesidad? ¿Por qué pides cosas tan egoístas? ¿Por qué pides sin tener fe?”
Las lágrimas continuaron rodando sobre mis mejillas.
“¿Por qué te avergüenzas de mí? ¿Por qué no estas esparciendo las buenas nuevas? ¿Por qué en tiempos difíciles lloras con otros, cuando te ofrezco mi hombro para que lo hagas? ¿Por qué pones pretextos cuando te doy la oportunidad de servir en Mi Nombre?”
Intenté contestar pero no hubo ninguna respuesta.
“Eres bendecido con la vida. No te hice para que desperdiciaras este regalo. Te he bendecido con talentos para servirme, pero continúas dándome la espalda. Te he revelado mi Palabra, pero no obtienes el conocimiento de ella.
Te he hablado pero tus oídos estaban cerrados. Te he mostrado mis bendiciones pero tus ojos nunca las vieron. Te he mandado mis siervos, pero permaneciste sentado inmóvil mientras ellos eran rechazados. He oído tus oraciones y las he contestado todas.”
“¿En verdad me amas?”
No podía contestar. ¿Cómo podía hacerlo? Estaba increíblemente apenado. No tenía excusas. ¿Qué podía decir?
Cuando mi corazón hubo llorado y las lágrimas terminaron de fluir, dije “¡Por favor, perdóname Señor! ¡Soy indigno de ser tu hijo!”
El Señor contestó, “Esa es mi Gracia, mi Hijo”.
“¿Entonces por qué continúas perdonándome? ¿Por qué me amas tanto?”
El Señor contestó:
“Porque tú eres mi creación. Porque tú eres mi hijo. Nunca te abandonaré.
Cuando llores, tendré compasión y lloraré contigo.
Cuando estés gozoso, me alegraré contigo.
Cuando estés deprimido, te animaré.
Cuando caigas, te levantaré.
Cuando te sientas cansado, te llevaré sobre mis hombros.
Estaré contigo hasta el fin de los días, y te amaré por siempre.”
Nunca antes había llorado como en ese momento. ¡Cómo pude haber sido tan frío! ¡Cómo pude lastimar a Dios con todo lo que hice! Y le pregunté a Dios, “¿Cuánto me amas?”
El Señor me estrechó entre sus brazos, y contemplé su Amor, su Gracia y su Misericordia.
Entonces, cuando habían acabado de desayunar, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis corderos.
Y volvió a decirle por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejas.
Le dijo por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: ¿Me quieres? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. Juan 21:15-17

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