“Pero mientras iban a comprar el aceite llegó el novio, y las jóvenes que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas. Y se cerró la puerta.”
Mateo 25:10 (NVI)
En aquellos tiempos, cuando Jesús habitó en forma humana en la tierra, era común que cuando un hombre pretendía casarse con una mujer, proponía un acuerdo a la familia de ella y a la mujer misma. En dicho acuerdo se estipulaba lo que el hombre estaba dispuesto a ofrecerle, así como un precio por ella, o “dote”. Entonces el hombre vertía vino en una copa y si la mujer lo bebía significaba que aceptaba casarse; ese acto simbolizaba un pacto de sangre. Después de esto, el hombre anunciaba públicamente que iba a preparar una morada para ambos y que regresaría por ella.
De la misma manera, Jesús la noche antes de ser entregado vertió vino sobre vasos y ofreció salvación y vida eterna a todos los que creyeran en Él; el precio que ofreció para redimir a la humanidad fue su sangre, y partió al cielo para preparar morada para los suyos. Mientras tanto, la labor del creyente debe ser como la de las damas de honor, conseguir aceite para guiarse a sí mismos y a otros al festejo de bodas cuando Jesús vuelva por Su Esposa, la Iglesia.
Nadie sabe el día exacto cuando Jesús regrese por Su amada Iglesia, no obstante todos Sus servidores deben estar preparados con aceite (la unción de la presencia de DIOS), para entrar al banquete de bodas y guiar a otros hacia Jesús.
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