Una vez, una familia planeó unas vacaciones a la costa oeste durante meses. En el último momento, el padre no pudo ir por responsabilidades de trabajo. La madre insistió en que ella era capaz de conducir, así que ella y los niños avanzaron con el viaje. El padre ayudó a planear su ruta y organizó dónde debían parar cada noche.
El caso fue que el padre logró terminar su trabajo en dos semanas, decidió darle una sorpresa a su familia y voló hacia la costa oeste sin llamarles. Luego tomó un taxi y le pidió al conductor que le dejara en un determinado lugar de la carretera, por el cual según sus cálculos su familia debería pasar ese día. Cuando vio el coche de su familia, levantó su pulgar como alguien que pide auto-stop. La madre y los niños siguieron de largo sin percatarse de la reacción.
Pero uno de los niños exclamó: ¡Mamá, ese era papá! El coche frenó bruscamente y la familia disfrutó de una agradable reunión.
Luego, cuando un amigo le preguntó al hombre el por qué de esa loca idea, él respondió:
Cuando me muera, quiero que mis hijos sean capaces de decir: Papá sí que era divertido, ¿verdad?.
La risa y los momentos felices son como una suave lluvia en la personalidad de sus hijos… No sólo causan un buen florecimiento en los suyos, sino que también permiten que penetre en ellos el fertilizante de la disciplina y la rectitud.
Algunos padres crían a sus hijos con truenos y relámpagos, con disciplina de látigo, pero truenos y relámpagos jamás han logrado que algo creciera.
Colosenses 3:12,14
Vestíos, pues como escogidos de Dios, santos y amados,
de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad,
de mansedumbre,de paciencia… y sobre todas estas cosas
vestíos de AMOR, que es el vínculo perfecto.
Vestíos, pues como escogidos de Dios, santos y amados,
de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad,
de mansedumbre,de paciencia… y sobre todas estas cosas
vestíos de AMOR, que es el vínculo perfecto.
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