Uno de nuestros compromisos como hijos de Dios, es ayudar a nuestro prójimo, no solamente de manera emocional y económica, sino también interceder por él delante de la presencia de nuestro Dios.
Observar el mar no es lo mismo que estar en él. Cada persona vive una situación diferente y, por muy fácil o difícil que parezca, no la entenderemos hasta que la estemos viviendo. No todos tenemos la misma fortaleza, la misma fe, la misma confianza en Dios, y por esto, nuestro trabajo, además de dar una palabra de aliento, es orar por las circunstancias y las peticiones de nuestros hermanos; entenderemos a los demás cuando hayamos pasado por una situación similar y Dios haya cambiado nuestro corazón de tal manera, que dejemos de pensar solamente en nosotros para pensar también en los demás.
Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé. Ezequiel 22:30 (Reina-Valera 1960).
Este pasaje nos muestra, cómo Dios buscaba quien intercediera por su pueblo y tristemente, no encontró a nadie que lo hiciera; pero por otra parte, afortunadamente ese no es nuestro caso; Dios ha puesto su mirada en cada uno de nosotros, para que clamemos delante de Él por las demás personas, se deleita cada vez que dejamos nuestras peticiones de lado, para pedirle que ayude a alguien más, porque cuando hacemos eso Dios se encarga de las nuestras, Él más que nadie las conoce. Tenemos que ocuparnos de las cosas de Dios y Él responderá nuestras oraciones.
Son tantas las situaciones que se ven a diario en el mundo, desastres, guerras, violencias, maltrato, y ante esas cosas a veces somos un poco indiferentes, que no sólo es suficiente con mirar y pensar qué triste es lo que está pasando, sino pensar en cómo nos afecta, qué haríamos frente a esa situación que puede suceder en nuestra familia, en nuestro barrio, en la cuidad en donde vivimos; tenemos que levantarnos en oración, pararnos en la brecha y hacerle la guerra a todas esas cosas que nos quieren robar la paz y las bendiciones que Dios nos quiere dar.
Roguemos a Dios por esas personas que aún no le conocen, rooguemos que les toque el corazón y se aparten del mal camino, pero también tenemos que actuar, ser insistentes, porque somos parte de una generación que está elegida para salir victoriosa independientemente de la situación. Puede que no la estemos viviendo, pero hay otros que si la están sufriendo, aguantando hambre, soportando injusticias, y no tenemos por qué esperar que nos pasen las mismas cosas para interceder por ellos.
Un ejemplo a seguir es el de Abraham cuando intercede por Sodoma, que aún sabiendo que era un pueblo rebelde y que habían desagradado a Dios, se presentó delante de Él para que no destruyera a los justos, caso de que los hubiera. Génesis 18:26-32 (Reina-Valera 1960).
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