Este fin de semana tuve el “lujo” de participar en una cumbre nacional de líderes de jóvenes cristianos. Duró dos días, pero fue tan intensa como si hubiese durado dos semanas. Era impresionante ver la cantidad de líderes juveniles que se agolpaban en el salón y el entusiasmo que manifestaban en los plenos, con la música, en los foros y en los talleres. Mucho de este entusiasmo tenía que ver con características personales de quienes asistíamos a la cumbre, pero también con el carácter del evento y la forma de ver a la juventud.
El despliegue técnico era tremendo, con centenares de luces de colores, máquinas de humo, baile entretenido, ritmos tropicales, stands con libros y material de consulta… todo un sueño para alguien que ama a esta generación como lo hago yo. Fueron los dos días más disfrutados de mis últimos tiempos. En las filas para ingresar al recinto podías conversar con otras personas, y en los talleres también podías juntarte con otros y compartir experiencias del trabajo en la pastoral juvenil. Extraordinario.
Lo extraordinario no acabó sólo con el fin del evento, no, todo comenzó allí. Es como si alguien hubiese abierto tu cabeza y en esa abertura se colasen nuevas ideas y nuevas perspectivas. Imposible quedarse igual, después de escuchar tantas cosas distintas a cómo las estamos haciendo actualmente. Mucho menos después de vivir completamente esta experiencia.
Si hay algo con lo que me quedo de todo lo vivido, es con el aprendizaje a vestir de nuevo lo nuevo, a abandonar prácticas al uso, que por tradición muchas veces realizamos y que no tienen ningún sentido, salvo perpetuar un modelo obsoleto, pasado de moda. Vestir de antiguo a Jesús es el daño más grande que le podemos hacer a la gente. La palabra de Dios es actual y vigente, el modelo de Jesús es lo que el mundo necesita, no el de los fariseos; de éstos está suficientemente lleno el mundo, no necesitamos más. Revestir de ocultismo y de “ley” la vida de Jesús, es una falta gravísima a lo que Dios desea que comuniquemos. Jesús está más vivo que nunca, pero no porque nosotros le demos vida, porque con nuestras tradiciones y religiosidades le matamos una y otra vez, sino que está vivo porque ÉL ES, y no necesita ninguna otra explicación.El mundo está deseoso de tener una rica vida espiritual, lo busca a través de la astrología, la meditación, las cartas de tarot, etc. Necesita sentir que es capaz de trascender su propia vida y que hay “alguien”, una fuerza, el oráculo, el guerrero, o como lo quieran llamar, que se preocupa por su vida y le puede ir dando mensajes de cómo vivirla y por dónde transitar. Hoy más que nunca, el no creer en Dios es lo más obsoleto que hay.
No hay comentarios:
Publicar un comentario