”Si hiciéramos todo lo que somos capaces de hacer, quedaríamos realmente sorprendidos”. Thomas A. Edison
Recientemente estuve en una empresa prestigiosa donde compartí acerca del cambio de actitud, adaptándolo a los tiempos que vivimos para poder ser más efectivos en nuestros negocios. Es un tema aplicable a la vida, ya que si no entiendes el cambio tu tendencia será quedarte atrás. El cambio es una constante y lo único que no cambia es la Palabra de Dios; en ella encontramos principios para vivir en cualquier época o cultura. Lo que debo buscar es como adaptar esos principios a los tiempos que vivimos.
Los cambios se están dando constantemente y si yo quiero crecer, si yo quiero vivir, debo estar dispuesto a cambiar. ¿Qué cosas debo cambiar? Muchas personas están afrontando problemas en su matrimonio, en sus finanzas, en sus empleos, en su carrera y no saben cómo hacer; están teniendo estacas que no les permiten avanzar. Las estacas pueden ser barreras mentales con las cuales crecemos.
Esto me recuerda el cuento de “El elefante” de Jorge Bucay. Probablemente ya lo conozcas, y sin embargo puede ser que no lograras aplicarlo a tu vida. Es bueno leerlo y reflexionar en él. Para los que no lo han leído...:
“Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante, que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo, con una cadena que aprisionaba sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera, apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué le sujeta entonces? ¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, a un padre y a alguien más sobre el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces una pregunta obvia: si está amaestrado, ¿por qué le encadenan?
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
Hace algunos años, descubrí, por suerte para mí, que alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque siempre ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estaba seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro… Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…
Ese elefante se parece a muchos de nosotros que creamos estacas mentales: “yo no puedo”, “yo no sirvo para eso”, “yo nunca lo lograré”, “nadie lo ha hecho”, “siempre lo hemos hecho así”, y podemos llegar a realizar una lista larga de estacas o barreras mentales que no nos permiten ir más allá. Son muchos hoy día, los que se sienten encadenados a relaciones disfuncionales, a trabajos o empleos que no les gustan, a adicciones que no pueden controlar, a malos hábitos que esclavizan y esto genera insatisfacción, frustración, ira, enojo, tristeza, miedo, entre otras emociones y estado de ánimo.
Todo esto que se produce en esta gente, se debe al desconocimiento de su propósito en la vida. Cuando desconoces tu propósito, tu vida pierde significado. Leí una frase en estos días y me gustó mucho:“El propósito te mantiene motivado, con energía, listo y enfocado”.
Cuando descubres tu propósito, te das cuenta que eres capaz de hacer muchas cosas que pensabas que no podrías hacer. Cuando descubres tu propósito, puedes fluir libremente en los dones y en los talentos que Dios te dio. Cuando descubres tu propósito, puedes cambiar y vivir la vida a la que Dios te ha llamado.
“Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres.” Juan 8:36 (NVI)
Dios te ha llamado a vivir en libertad. Hoy es un buen día para cambiar, para soltar las estacas y comenzar a vivir, para soñar, para sentir tu corazón, para volar. Busca tu propósito en la vida, descubre tus dones y talentos, tú no eres un elefante, tú eres imagen y semejanza de Dios. ¡Tú eres un ganador o ganadora!
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