Cuenta la fábula de Esopo, que una zorra estaba siendo perseguida por unos cazadores. Cuando llegó al sitio de un leñador le suplicó que la escondiera. Entonces, el hombre le aconsejó que se resguardara en su cabaña.
Casi de inmediato llegaron los cazadores, y le preguntaron al leñador si había visto a la zorra.
El leñador, con la voz les dijo que no, pero con su mano disimuladamente señalaba la cabaña donde se había escondido.
Los cazadores no comprendieron las señas de la mano y se fiaron únicamente en lo dicho con la palabra.
La zorra, al verlos marcharse, salió sin decir nada.
El leñador le reprochó por qué a pesar de haberla salvado, no le daba las gracias, a lo que la zorra respondió: “Te hubiera dado las gracias si tus manos y tu boca hubieran dicho lo mismo”.
Moraleja: No niegues con tus actos lo que pregonas con tus palabras.
Cuánta gente hay a nuestro alrededor que parecen destruir con los pies, lo que tanto trabajo les cuesta edificar con sus manos. Eso se llama inconsistencia. De alguna manera, no han podido decidir qué camino tomar y pretenden, al igual que el hombre de doble ánimo del que nos habla la Biblia, ir en dos o más direcciones distintas.
Es evidente que necesitamos tomar decisiones y entonces ser consistentes en nuestras acciones y que éstas respalden la intención de nuestro corazón. Cuando esto no ocurre, podemos esperar momentos amargos. Tal vez hemos pasado por ese tipo de dilema.
Entonces, ¿por qué no recurrir a la Fuente que nos puede ayudar a tener paz no sólo con nosotros mismos, sino con Dios y dar pasos concretos en pos de lo que sabemos nos toca hacer?
De modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen. Mateo 23:3
Por eso sus hermanos le dijeron: Sal de aquí, y vete a Judea para que también tus discípulos vean las obras que tú haces. Juan 7:3
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