“No es posible ganar un juego pensando que vas a perderlo”.
La mayoría de los que leen estas reflexiones son personas adultas, pero todos alguna vez fuimos niños y hubo un tiempo, en la mayor parte de nuestras vidas, cuando no teníamos miedo, queríamos volar. Pasamos nuestra niñez y nuestra juventud pensando que todo lo podríamos lograr. En aquel entonces jugábamos y competíamos para ganar. Ningún objetivo era inalcanzable, teníamos suficiente fuerza para conquistar el mundo. Teníamos una fuerza grandiosa para pensar en lo que fuera y luego hacer que ocurriera. Luego, a medida que pasaba el tiempo, ya no éramos tan niños, y el mundo nos dice con frecuencia que no podemos hacer todo lo que queremos, que los sueños son cosa de niños, que el ganar es para unos privilegiados, para aquellos que tienen suerte y tienen “con qué”. Muchos se ríen e incluso dudan de nuestras metas y tratan de convencernos de que vayamos por el camino del montón.
Ellos dicen: “Estás loco. Es muy duro. Debes jugar a lo seguro. ¿Por qué vas a arriesgarte? ¿Y si pierdes?”. Actúan como si los sueños fueran para otros, pero no para gente como nosotros. Hablan de su experiencia, de seguridad, de su comodidad y en vez de alentarnos nos contaminan con lo negativo, con el pesimismo, la derrota y tratan de inculcar sus propios miedos e inseguridades en nosotros. Los que antes no conocían la palabra “miedo”, ahora empiezan a entenderla y no sólo la entienden sino que la incorporan a sus vidas. Con tanta gente que nos dice que no podemos hacer algo y tan pocos que nos dicen que sí podemos, es difícil no dejar que el miedo invada nuestras vidas. Lamentablemente, así es como muchos de nosotros vamos por la vida. Vamos con miedo y con un pensamiento perdedor.
¿Cómo estoy yendo por la vida?, ¿con un pensamiento ganador o perdedor?
En la Biblia hay una historia en la que Dios le había prometido al pueblo que salió de Egipto, que les llevaría a una tierra maravillosa, muy hermosa y llena de frutas deliciosas.
Moisés eligió a 12 espías para explorar la tierra. Dos de ellos eran Josué y Caleb. Los doce exploraron la tierra secretamente. Vieron que la tierra estaba llena de cosechas y de fruta. De hecho, ¡para llevar un racimo de uvas debían hacerlo dos personas! También vieron a la gente. Parecían gigantes. Habían oído muchas cosas sobre estas personas. Las personas eran guerreros expertos que siempre obtuvieron lo que desearon. Sin embargo, podemos ver que 10 de los 12 espías tenían un pensamiento perdedor y comunicaron a la gente que no había manera de que pudieran conquistar la tierra. Vieron la fuerza de los guerreros y sus propias debilidades. Al parecer habían crecido con una mentalidad de derrota, de pequeñez, y no alcanzaron a ver lo que Dios había hecho con ellos.
Josué y Caleb dijeron al pueblo que con la ayuda de Dios podían hacer cualquier cosa. Sin embargo, la gente no les escuchaba. ¡Estaban asustados de lo que la gente haría, en vez de lo que Dios podía hacer! El miedo impidió que ellos pudieran entrar en la tierra prometida. Esta historia la puedes localizar en Números 13,14.
¿Estoy viendo lo que Dios quiere hacer en mi vida? ¿En mi matrimonio? ¿En mi familia? ¿En mis finanzas? ¿En mi carrera? ¿En mi ministerio? ¿Qué estoy viendo?Moisés eligió a 12 espías para explorar la tierra. Dos de ellos eran Josué y Caleb. Los doce exploraron la tierra secretamente. Vieron que la tierra estaba llena de cosechas y de fruta. De hecho, ¡para llevar un racimo de uvas debían hacerlo dos personas! También vieron a la gente. Parecían gigantes. Habían oído muchas cosas sobre estas personas. Las personas eran guerreros expertos que siempre obtuvieron lo que desearon. Sin embargo, podemos ver que 10 de los 12 espías tenían un pensamiento perdedor y comunicaron a la gente que no había manera de que pudieran conquistar la tierra. Vieron la fuerza de los guerreros y sus propias debilidades. Al parecer habían crecido con una mentalidad de derrota, de pequeñez, y no alcanzaron a ver lo que Dios había hecho con ellos.
Josué y Caleb dijeron al pueblo que con la ayuda de Dios podían hacer cualquier cosa. Sin embargo, la gente no les escuchaba. ¡Estaban asustados de lo que la gente haría, en vez de lo que Dios podía hacer! El miedo impidió que ellos pudieran entrar en la tierra prometida. Esta historia la puedes localizar en Números 13,14.
Actualmente pasa en nuestras vidas, que estamos tan asustados de perder lo que tenemos, que no vamos por lo que queremos realmente, que nos quedamos paralizados esperando que algo suceda. Jugamos a lo seguro y a conservar tan fuerte como se pueda el “status quo (estado actual)”, que nunca arriesgamos para lo que podría ser. Creemos que los demás tienen razón, comenzamos a dudar de nuestros sueños y no vemos posibilidades de avanzar un paso hacia los mismos. A esto se le llama “jugar a perder”. Esto lo vemos, por ejemplo, en los deportes cuando un equipo tiene ventaja. Empiezan a pensar en cómo no perder en lugar de en cómo ganar. Se aferran tan fuertemente a su ventaja, que empiezan a jugar a lo seguro y con miedo. Se puede ver en su energía y en su lenguaje corporal. Como resultado, el otro equipo tiene posibilidades, juega sin miedo y, finalmente, gana el pulso y gana.
¿Qué harías si no tuvieras miedo? ¿Qué harías sabiendo que Dios está contigo?
Para vivir una vida extraordinaria debemos aprender a rechazar el miedo. Si viene de dentro de mí o de otra persona, debemos superar ese miedo y adoptar un “juego para ganar”, y esto tiene que ver con nuestra forma de pensar. Jugar para ganar requiere de un compromiso consigo mismo de nunca darse por vencido y nunca permitir que sus metas y sueños mueran. Los que juegan para ganar saben que el éxito pertenece a aquellos que practican la disciplina y la perseverancia, a aquellos que asumen responsabilidad en sus vidas. Los obstáculos y las luchas son parte de la vida y sirven para hacernos apreciar nuestro éxito. Si todo fuera fácil, no sabríamos lo que se siente realmente al tener éxito. Los obstáculos y las circunstancias están destinados a ser superados. No dejes que nada te detenga en la búsqueda y en el logro de tus sueños. El miedo está destinado para ser vencido, Dios no te creó a ti con miedo; el miedo es adquirido, por lo cual tú puedes renunciar a él. En el juego de la vida hay que jugar para ganar, y si estás leyendo es porque todavía tu juego no termina, ¡no te rindas hasta que el juego haya terminado!
“Si quieres ganar lo que nunca has ganado, necesitas jugar como nunca lo has intentado. Da lo mejor de ti en el juego”.
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