La violencia de la que nos habla la Palabra no es la violencia física, sino que más bien trata del esfuerzo que todo creyente debe hacer para conseguir entrar en el reino de los cielos, es decir, para poder alcanzar las bendiciones que el Señor tiene preparado para cada uno de sus hijos. No se trata de demostrar nada delante de Dios, se trata simplemente de humillarse delante de Él, se trata de reconocer que todo lo que poseemos es por la gracia y bondad del Señor, ya que nada lo logramos por méritos propios, no, así es como Dios nos bendice, y debemos reconocerlo y agradecerle por todo lo que poseemos, nuestra familia, el trabajo, los bienes, los alimentos, etc. Humillarse delante de Dios es una forma de darle honra y gloria, ya que de esta manera reconocemos la majestad y poderío de nuestro Creador, y también reconocemos que delante de Él somos insignificantes.
Hoy día hay un gran amor u obsesión por las riquezas o los bienes materiales, como una carrera desenfrenada por poseer muchas cosas, que, según la apreciación del mundo actual, marcan la diferencia con otras personas, alcanzando con ellas/os una mejor forma de vida, o un status social más preponderante…
Cuán equivocado se encuentra el hombre que tiene esta mentalidad, que se esfuerza al máximo por alcanzar algo al precio que sea, por el simple hecho de poder igualarse a otros o que le alaben por lo que posee. Cuánta vanidad y cuánta superficialidad; el hombre está cayendo en la era del consumismo. Aquí cabe preguntar ¿Dónde están aquellos hombres que sabían vivir de forma sencilla, en paz, y agradecidos con Dios, por favor, dónde están? Desafortunadamente los tiempos han cambiado; la modernidad ha hecho que el ser humano vuelva la mirada hacia la tecnología, hacia el avance científico, a las ofertas glamurosas...; y tristemente se ha olvidado de Dios, del Creador, del Proveedor, del Sanador, todo por seguir en la loca carrera del avance en todos los aspectos materiales, tratando de no quedarse fuera de todo adelanto.
Cierto es que la modernidad es un mal necesario en nuestras vidas, y que no podemos vivir aislados de la actualidad, ya que sería tanto como retroceder completamente y estaríamos negando el tiempo que nos tocó vivir; pero tampoco debemos caer en la vanagloria, en la ostentación, o en el deseo enfermizo de “YO TENGO”, “YO QUIERO”; por el contrario debemos vivir de manera mesurada, de forma humilde, sencilla, y recibiendo con agrado todas las bendiciones que nuestro Dios nos provee día a día.
Es momento de cambiar viejas costumbres, de aceptar lo que el Señor te ha dado; este es el momento de convertirte en un hombre violento, en un hombre intrépido, osado pero prudente al mismo tiempo; este es el momento de bajar tu cabeza y doblar tus rodillas en señal de agradecimiento y de humillación; este es el momento de volver los ojos al principio, de volver a Cristo Jesús, el dador de vida, el Creador y consumador de la FE, el eterno, el sublime, el que es y que por siempre será, de volver al hacedor de milagros y maravillas, de volver al AMOR; porque sólo en Jesús, el Señor, podemos encontrar el amor puro, limpio e incondicional; porque sólo en Él tendrás la paz que tanto anhela tu corazón y tu alma.
GLORIA A ÉL EN LAS ALTURAS Y PAZ A LOS HOMBRES EN LA TIERRA DE BUENA VOLUNTAD.
A TI SEA TODA LA HONRA Y TODAS LAS CORONAS, AMADO JESÚS, SÓLO A TI. AMÉN.
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