lunes, 10 de junio de 2013

Habla porque tu siervo oye - Devocional, reflexión

Si tan solo fuéramos más audibles a la voz de Dios, podríamos escucharle hablar a nuestra vida cada día, sin embargo hay personas que dicen no escuchar la voz de Dios. ¿Será realmente que no la escuchan o será que no la identifican?
No se trata de escucharla en sentido literal o audible, porque aunque no es imposible, es muy difícil que eso ocurra, y la verdad es que Dios está  hablando constantemente a nuestra vida, pero nosotros insistimos en no escuchar su voz, en disimular que no la escuchamos o, en los peores casos, en no darnos cuenta de que Dios está hablando a nuestra vida.
¿Cómo habla Dios? Dios puede hablarnos a través de un suceso, de una experiencia, de una persona, una alabanza, a través de la música, a través de su Palabra Escrita, la Biblia, a través de una predicación, a través de cosas sencillas de la vida diaria o a través de un mensaje escrito como éste, etc.

¿Cuándo fue la última vez que escuchaste la voz de Dios hablando a tu vida?

A veces estamos tan sumergidos en nuestras propias ideas y planes de vida, que olvidamos que Dios está hablándonos constantemente.
Cuando el profeta Samuel era joven y vivía con el sumo sacerdote Elí, experimentó cómo le habló Dios, pero no entendió que era la voz de Dios audible la que escuchaba, creyendo que era Elí quien le llamaba. Tres veces habló Dios a Samuel sin que éste pudiera entender que era Dios quien le hablaba, hasta que Elí, el sumo sacerdote, comprendió que era la voz de Dios y le aconsejó que contestara, la próxima vez que escuchara ese llamado, de la siguiente forma: “Habla, porque tu siervo oye”.

“Jehová, pues, llamó la tercera vez a Samuel. Y él se levantó y vino a Elí, y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al joven. Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar. Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye.”

1 Samuel 3:8-10 (Reina-Valera 1960)
Es hora de poner atención a la voz de Dios, es hora de comprender que su voz es la que nos está indicando lo que tenemos que hacer. Dejemos a un lado nuestra voluntad y sometámosla a la voluntad de Dios; aunque te parezca muy duro o difícil lo que Dios te está diciendo a través de diferentes situaciones diarias, debes obedecer, porque no hay mejor bendición que obedecer su voz.
Es hora de disponer nuestros oídos espirituales para escuchar lo que Dios quiere que hagamos y no lo que nosotros queremos o pensamos que tenemos que hacer. Lo que tú o yo creamos que tenemos que hacer, muchas veces no es igual a lo que Dios está hablándonos para que lo hagamos.
Detente un momento, inclina tu oído hacia lo que Dios te está hablando y sobre todo obedece su voz y sus instrucciones, porque aunque muchas veces parezcan difíciles o ilógicas, debes estar seguro de que lo que te está mandando a hacer, al llevarlo a cabo terminará en una bendición.

¡DETENTE A ESCUCHAR SU VOZ, PERO SOBRE TODO OBEDÉCELA!

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