viernes, 17 de mayo de 2013

Yo le pedí un entrenamiento y me lo dio - Mensaje


He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. 2 Timoteo 4:7

entrenamientoDesde que mis hermanos nacieron, me di cuenta de que fui adquiriendo más responsabilidades. Responsabilidades que en ocasiones me robaron la tranquilidad de la vida ligera, propia de cualquier adolescente, cuando realmente lo era. Luego aprendí que, de acuerdo a las circunstancias en las que vivía, tenía que asumir muchas más responsabilidades, hasta el punto que me percaté que dejé de mirar por mí, y en su lugar me preocupé por mis hermanitas.

Al principio recuerdo que no decía absolutamente nada cuando mamá me decía NO a esto o aquello; simplemente aceptaba, pero luego mi lengua fue adquiriendo fluidez y fue cuando vinieron las quejas por mi parte.

Llegué a un punto en el que deseé, en algún momento, tener otra “suerte”; una en la que todo fuera más sencillo, donde en las vacaciones de verano pudiera dedicarme a pasar tiempo con mis amigas, a salir y respirar al aire libre.

Mi vida tomó otro rumbo, la amargura y el "bichito" de echar en cara a mi mami especialmente, todas las prohibiciones que me había hecho en algún momento de mi adolescencia y juventud, se hicieron muy continuas.
Ha pasado el tiempo y es verdad que las responsabilidades siguen siendo las mismas, debido a que soy la hija mayor. Es verdad que le he reclamado a Dios el por qué de mi vida tan ajetreada. Y ahora, con veinticuatro años, me doy cuenta de todo.

La verdad es que este es el entrenamiento que tanto he soñado que Dios me diera, por supuesto que eso no fue lo que le pedí, pero recordemos que Dios no te da lo que quieres, sino lo que necesitas y que sabe que te va hacer crecer.

Recuerdo que pedí a Dios que me enviara a una especie de retiro durante meses, yo sola, donde existiera una guía espiritual, una psicóloga, una nutricionista y una amiga. Le pedí que me enviara a ser posible, al extranjero; lo que yo pedía, en realidad no era algo que necesitara, sino algo que quería de verdad, y en ello se escondía un deseo muy grande de no tener que cuidar a nadie más que a mí. Definitivamente, no estaba bien dirigida mi manera de pensar.

Han pasado los años y hoy cuento con todo ello, ¡y de qué forma!, pues mis hermanitas han ayudado a que busque más de Dios, mi abuelita me envía libros que me ayudan muchísimo a cumplir mi tiempo con Dios diariamente, y la nutricionista soy yo, porque soy yo quien preparara la comida casi a diario para mi familia, que día a día mejoro más; y esa amistad que tanto buscaba es Jesús, quien me da su mano diariamente para todo.

Si quieres quejarte de tu “suerte”, mejor medita, cálmate y piensa que en realidad es TU ENTRENAMIENTO para lo que sea, que tú bien sabes has pedido en oración. Dios nunca toma en broma ninguna de tus peticiones ni oraciones.

Mejor no te quejes, mejor aprueba el entrenamiento con una súper nota.


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