Recuerdo hace 46 años, cuando rendí mi vida a
Cristo, que la paz que inundó mi alma. Asistía a una iglesia donde la oración era
un aspecto fundamental para todos los que asistíamos. Uno de los primeros
himnos que aprendí y disfrutaba al cantarlo, porque era como una invitación del
amado para la oración, era este:
A solas al huerto yo
voy,
cuando duerme aún la floresta;
y en quietud y paz con Jesús estoy
oyendo absorto allí su voz.
Él conmigo está, puedo oír su voz,
y que suyo dice seré;
y el encanto que hallo en Él allí,
con nadie tener podré.
Cada vez que lo cantaba, me imaginaba un hermoso
jardín lleno de flores, árboles frutales, de césped intensamente verde, como una
alfombra desplegada a nuestros pies. Y digo a nuestros pies, porque me
imaginaba caminando entre el jardín con Jesús, quien amorosamente me escuchaba mientras yo le adoraba y le abría mi corazón, como una flor tierna e
inmensamente sedienta de su amor.
Desde mi conversión fui enseñado por la iglesia
y por mis primeros padres espirituales, en que la oración era como un jardín de
encuentro sublime.
“Cada persona, en su existencia, puede
tener dos actitudes: construir o plantar. Los constructores, un día terminan
aquello que estaban haciendo y entonces les invade el tedio. Los que plantan, a
veces sufren con las tempestades y las estaciones, pero el jardín jamás para de
crecer.” Paulo Coelho
Ese jardín jamás ha parado de crecer y esos
encuentros se siguen manteniendo. Caminar con el Amado es la más rica de las
experiencias que un ser humano puede experimentar.
Los quebrantos secan, los dolores estrujan el
alma, las crisis son como veranos desérticos, pero el jardín jamás se seca,
porque la oración es como lluvia que calma el dolor intenso del corazón, para
abrir la puerta a un encuentro de corazón a corazón con el Amado.
“He reducido el mundo a mi jardín y
ahora veo la intensidad de todo lo que existe”.
José Ortega Y Gasset
Como dice José Ortega y Gasset, tengo que
reducir mi mundo a mi jardín; yo pienso en el jardín de la oración, porque allí y solo allí, veré la intensidad de
todo lo que existe.
Sin embargo, en muchos este jardín se está
secando.
D.L. Moody, uno de los líderes conservadores respetados de los Estados Unidos, dijo en uno de sus últimos sermones: “Miren
como Él vino en el día de Pentecostés. No es carnal orar para que Él venga
nuevamente y que el lugar sea conmovido. Creo que Pentecostés fue un día ejemplar. Pienso que la Iglesia ha cometido este lamentable error
de que Pentecostés fue un milagro que nunca va a repetirse. Yo también
pensaba que Pentecostés era un milagro que no iba a repetirse. Ahora creo
que si miramos al Pentecostés como un día ejemplar, y comenzamos a orar,
deberíamos tener el antiguo fuego Pentecostal aquí en Boston.
El jardín está marchito o simplemente está
solitario. Quizá no está solitario, porque el Amado está paseándose en mi
búsqueda. ¿Me encuentra? ¿O acaso estaré corriendo con todas mis presiones y
angustias?. Es fácil cambiar la quietud del
jardín por el ruido de las calles y las oficinas atestadas y delirantes.
“Con un farol pasea en el jardín, sufre
al ver morir la primavera”. Yosa Buson.
Las aves le esperan a Él cada mañana en el
jardín, y por eso le cantan eufóricamente. No hay nada que llene tanto como la
quietud del jardín y el suave murmullo de su voz en la soledad.
No hay desastre más grande en la vida que
dejarse sumergir en la irrealidad. Y la verdad es que mucho de lo que
sufrimos no es un asunto de realidad, sino de irrealidad que nos ahoga porque
nuestras percepciones nos han robado la realidad. La realidad siempre está en
el huerto de la oración.
Venimos cargados, tristes, debilitados y
mientras caminamos con Él en el jardín, su paz nos inunda y nuestro espíritu se
reconforta. Salimos del jardín con el mismo problema, pero la percepción espiritual es otra.
“Quisiera tener un jardín, una casita,
hierba, animales, libros, cuadros, música. Y sacar de todo esto lo que quiero
escribir; expresar todas estas cosas… Quiero vivir la vida cálida, anhelante,
viva, tener raíces en la vida, aprender, desear, saber, sentir, pensar, actuar,
eso es lo que quiero, a donde debo tratar de llegar”. Katherine Mansfield.
Katherine dice que quiere tener un jardín, pero
en realidad ya lo tenemos y es el mejor de los jardines.
¿Qué hay en el jardín de la oración? Fuentes de
agua viva, las mismas aguas de las cuales Jesús dijo que el que creía en Él de
su interior correrían ríos de agua viva. Quietud, la misma quietud que nace del
trono del Señor, capaz de calmar la tormenta interna con una poderosa voz de:
¡Calla..Enmudece! Aves, las mismas que trinan dulces melodías al Creador cada
mañana. Viento, el dulce viento del Espíritu que calma las temperaturas
irreales de nuestros quebrantos internos. Lluvia fresca como rocío, el
rocío que refresca y promete un día diferente...y sobre todo..Él. El Amado, el
Maestro y el Señor que nos espera con amor silencioso.
“La risa es como un rayo de sol, todo
de oro puro, no hay otro jardín como el del amor”. Konstantinos Kavafis.
Oh Dulce Jardín…Oh
Dulce Señor,
Me esperan en la
tierna mañana
Cuando la luna se
duerme
Y el Sol se levanta.
Oh Dulce Jardín..Oh
Dulce Señor,
Me llenan...me llenan
Con el aliento divino
que gotea
En la oración.
El Jardín me espera y
el Amado en Él.
Dulce oración...Dulce oración es como un
capullo de flor,.
Se abre...me invita…me
atrae y me encanta.
Si no bajo hoy al jardín, terminará secándose mi
alma y en la sequía diré como el salmista:
“Dios, Dios mío eres tú; De madrugada
te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela. En tierra seca y árida
donde no hay aguas”. Salmo 63:1.
Las flores a las personas ciertos
ejemplos les den; que puede ser terreno yermo hoy el que fue jardín ayer. Luis
de Góngora.
Os invito hoy a encontrarnos con el Amado en el
Jardín.
!!La voz de mi amado! He aquí él viene saltando sobre los montes, brincando sobre los collados. Cantares 2:8.
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