El joyero le presentó uno. La hermosa piedra solitaria brillaba como un diminuto sol resplandeciente. El muchacho contempló el anillo y con una sonrisa lo aprobó. Preguntó luego el precio y se dispuso a pagarlo.
¿Se va usted a casar pronto?, le preguntó el joyero.
¡No!, respondió el muchacho. Ni siquiera tengo novia.
La muda sorpresa del joyero divirtió al comprador. Es para mí mamá, dijo el muchacho. Cuando yo iba a nacer estuvo sola; alguien le aconsejó que me matara antes de que naciera, así se evitaría problemas. Pero ella se negó y me dio el don de la vida. Y tuvo muchos problemas. Muchos. Fue padre y madre para mí, fue amiga y hermana, y fue mi maestra. Me hizo ser lo que soy.
Ahora que puedo, le compro este anillo de compromiso. Ella nunca tuvo uno. Yo se lo doy como promesa de que si ella hizo todo por mí, ahora yo haré todo por ella.
Quizás después le entregue otro anillo de compromiso. Pero será el segundo.
El joyero no dijo nada. Solamente ordenó a su cajera que hiciera al muchacho el descuento aquel, que se hacia nada más que a los clientes importantes.
“No olvides lo importante que es mostrarle el agradecimiento y el amor hacia tus padres. Lo que han hecho por ti no tiene precio, sin embargo puedes hacer tu mayor esfuerzo en devolverles, al menos lo mejor dentro de tus posibilidades. ¡Recuerda que si no eres padre, muy probablemente lo serás!. Aprovecha mientras les tienes a tu lado, no sea que pronto tengas que arrepentirte y no puedas retroceder en el tiempo.”
Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado por aquello de que doy gracias? I Corintios 10:30
Para exclamar con voz de acción de gracias, Y para contar todas tus maravillas. Salmos 26:7
Gracias te damos, oh Dios, gracias te damos, Pues cercano está tu nombre; Los hombres cuentan tus maravillas. Salmos 75:1
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