domingo, 10 de marzo de 2013

Yo le pedí un entrenamiento y me lo dio - Mensaje

He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. 2 Timoteo 4:7


Desde que mis hermanos nacieron, paulatinamente fui adquiriendo más responsabilidades que, en ocasiones, me robaron la tranquilidad de la vida ligera de cualquier adolescente, cuando realmente lo era. Luego aprendí que, de acuerdo a las circunstancias en las que vivía, debía asumir muchas más responsabilidades, hasta que, de alguna u otra manera, me di cuenta de que debía dejar de preocuparme por mí y hacerlo esta vez por mis hermanitas.

Al principio, recuerdo que no decía absolutamente nada cuando mamá me decía "no" a esto o aquello, simplemente aceptaba, pero luego mi lengua fue adquiriendo fluidez y fue cuando vinieron las quejas por mi parte.
Llegué a un punto en el que deseé en algún momento tener otra “suerte”, una en la que todo fuera más sencillo, donde en las vacaciones de verano pudiera dedicarme a pasar tiempo con mis amigas, salir y respirar aire de libertad.
entrenamientoMi vida tomó otro rumbo, la amargura y el bichito de echarle en cara a mi mami, especialmente, todas las prohibiciones que me había hecho en algún momento de mi adolescencia y juventud, que fueron muy continuas.

Ha pasado el tiempo, y es verdad que las responsabilidades siguen siendo las mismas debido a que soy la hija mayor. Es verdad que le he reclamado a Dios el por qué de mi vida tan ajetreada. Y ahora, con veinticuatro años, me doy cuenta de todo.
La verdad es que este es el entrenamiento que tanto he soñado que Dios me diera. Por supuesto que eso no fue lo que pedí, pero recordemos que Dios no te da lo que quieres, sino lo que necesitas y sabe lo que te va hacer crecer.

Recuerdo que pedí a Dios que me enviara a una especie de retiro durante unos meses, yo sola, donde existiera una guía espiritual, una psicóloga, una nutricionista y una amiga. Le pedí que me enviara si fuera posible al extranjero; lo que yo pedía, en realidad no era algo que necesitara, sino algo que quería, y se escondía, debajo de todo ello, un deseo muy grande de no tener que cuidar a nadie más que a mí. Definitivamente, no estaba bien enfocada mi manera de pensar.

Han pasado los años, y a día de hoy cuento con todo ello y no se puede imaginar de qué forma, pues mis hermanitas han ayudado a que busque más de Dios, mi abuelita me envía libros que me ayudan muchísimo a cumplir mi tiempo con Dios diariamente, y la nutricionista soy yo, porque soy yo quien preparara la comida casi a diario para mi familia, y que día a día mejoro más, y esa amistad que tanto buscaba es Jesús, quien me da su mano diariamente para todo.

Si quieres quejarte de tu “suerte”, mejor medita, cálmate y piensa que es en realidad TU ENTRENAMIENTO para lo que sea, que tú bien sabes que has pedido en oración. Dios nunca toma en broma ninguna de tus peticiones.

Mejor no te quejes, mejor aprueba el entrenamiento con una súper nota.

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