domingo, 10 de marzo de 2013

Misericordia - Devocional - Vídeo

Cuando pienso en lo mal que actúo muchas veces, en lo mal que reacciono o en lo desobediente que soy en ocasiones a la voz de Dios, sólo puedo darme cuenta de la paciencia inmerecida que Dios tiene hacia mi vida.
Si Dios tuviera la paciencia que muchos de nosotros tenemos, creo que ya no estaría en esta tierra y no estaría escribiendo estas líneas.
Una de las cosas que me enamora de Dios es su misericordia. La Biblia dice: “Sin embargo, él tuvo misericordia y perdonó sus pecados, y no los destruyó a todos. Muchas veces contuvo su enojo y no desató su furia.” Salmos 78:38 (Nueva Traducción Viviente). Este versículo ejemplifica exactamente lo que hace la misericordia de Dios, que no nos da lo que merecemos, sino que tiene compasión de nosotros.
A veces Dios nos tiene demasiada paciencia y, en ocasiones, parece injusto que Dios nos tenga tanta misericordia, pero la verdad es que Dios nos ama con un amor puro y sincero. Cuando Él me ve, mira en mí lo que yo mismo no logro ver. Cuando Dios me ve, me mira con ojos de amor, me ve como un hijo suyo necesitado de su amor, un hijo suyo que necesita de su compresión, por ello, su trato hacia mi vida es diferente y es allí donde su misericordia se hace presente.
Jeremías escribía: “¡el fiel amor del Señor nunca se acaba! Sus misericordias jamás terminan. Grande es su fidelidad; sus misericordias son nuevas cada mañana” Lamentaciones 3:22-23(Nueva Traducción Viviente). Es emocionante leer este pasaje, ya que saber cuán grande es su amor y fidelidad hace sentirnos especiales, nos hace sentir amados, pero sobre todo nos hace sentir comprendidos.
Porque la misericordia hace comprender que no somos tan buenos como pensamos, que no somos tan perfectos como creemos. Todos los que vivimos en este planeta tenemos errores, aspectos de nuestra vida de los que no nos enorgullecemos, sin embargo Dios no nos juzga por eso, no nos trata mal, sino que, con su tierno amor, nos trae a la reflexión para que por medio de Él transformemos nuestra vida.
Nuestro deber ante tanta misericordia, es tratar de vivir una vida agradable a Él, es intentarlo cada día, y si fallamos, no cansarnos de intentarlo.
Si bien es cierto que Dios es grande en misericordia, debemos ser agradecidos por ello, y parte de ese agradecimiento tendría que ser vivir de una mejor forma, tratando de agradar a Dios en lo que hago, en lo que pienso, en lo que hablo.
Puede que los últimos días te hayas sentido muy mal, porque consideras que lo que has estado haciendo no tiene perdón de Dios. Quizá te sientas mal contigo mismo, porque a pesar que tratas de no hacer eso que te avergüenza terminas haciéndolo; sin embargo Dios no está ahora para juzgarte, y si bien pudiera hacerlo, simplemente no lo hace, al contrario, trata de comprenderte, de amarte, de hacerte reflexionar y con amor enseñarte tu error, para que de tu mismo corazón y voluntad tengas el deseo de cambiar aquello que pensaste en un inicio que no harías.
Cuando Dios te ve, te ve con ojos de amor y por consiguiente con ojos de misericordia. A Dios nada le costaría hacer que descendiera fuego y nos consumiera, sin embargo, en Él prevalece la misericordia, esa que muchos olvidamos cuando juzgamos a nuestros hermanos, pero que Dios nunca la olvida y siempre la pone en práctica.
Dios nos muestra día tras día que creen en nosotros y en lo que podemos llegar a ser en Él, por eso renueva cada mañana su misericordia sobre nuestras vidas, para que entendamos que su amor no tiene limites y que si disponemos nuestro corazón, Él puede transformar nuestras vidas.

¡La misericordia de Dios es GRANDE, por eso vale la pena cada día tratar de vivir para Dios!

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