Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. (Eclesiastés 3-1 RV)
Hay oportunidades en las que somos impacientes, casi siempre lo somos, queremos que las cosas sucedan, sí o sí, cuando las deseamos.
Cuando deseaba algo con ansias y me cegaba con ello, tenía que cumplirse tal como lo deseaba. Cuando era pequeña, mis padres me querían regalar un móvil de última generación para navidad; fuimos a ver cuál elegir, cuál sería. hasta que uno de ellos me cautivó. Mi madre no estaba de acuerdo con la elección, mucho menos con el precio; me decía, espera, podemos venir después y encontrar otro mejor que ése. Pero nadie consiguió hacerme desistir de mi decisión, hacía lo imposible para que me lo compraran, lloraba, pataleaba, me amurraba, en fin, hasta que mis padres cedieron. Pero después llegó el momento en el que me di cuenta de que podía haber algo mejor, y me dije, ¿por qué no esperar?
Muchas veces dejamos ir las mejores bendiciones de parte de nuestro Dios por ser impacientes, por no saber esperar los tiempos de Dios, sus planes, sus propósitos; pensamos que siempre tenemos razón, que es correcto lo que estamos haciendo; pero su Palabra dice bien claro: Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. (Isaías 55-8). Porque su Palabra dice que Él conoce los pensamientos que tiene para nosotros:
Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. (Jeremías 29-11)
Os dais cuenta: para darnos el fin que esperamos, como no cabe duda posible de eso. Sí, su Palabra dice que Él trabaja por nosotros, que Él se desvela para cumplir nuestros sueños, que Él no descansa hasta darnos lo que deseamos, para vernos felices y con un corazón repleto de gratitud, un corazón agradecido de su fraternidad y su amor.
Quizá llevas mucho tiempo pidiéndole algo al Señor, tal vez años esperando que Dios te responda, estás impaciente porque ves los años transcurrir y no ves ni una sola pizca de esperanza a lo que tanto has deseado. No conozco lo que añoras, pero aquel Soberano Jesús, sí; tal vez puede ser sanidad, restauración, un hogar, trabajo, esperas que Dios traiga a su camino a algún ser querido, esperas alguna promesa que Dios te hizo hace años atrás. Recuerda:
Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Numeros 23-19 RV)
Debes saber que Dios siempre cumple lo que promete, conoce los tiempos y por qué se ha retrasado, porque su soberanía es perfecta, Él jamás ha dejado de trabajar por nosotros, tiene el control de todo, te observa y ve cuánto deseas lo que tanto has esperado; e igual conoce si ya te rendiste, si has dejado de creerle y recordarle cada día a sus pies sus promesas, si fuiste o eres insistente. Si tú te atreves a golpear cada día las puertas del cielo a través de tu oración, Dios abrirá y hará salir el sol de justicia.
NO TE RINDAS. Sé como aquella mujer que derramaba su alma para que Dios le concediera el hijo que tanto anhelaba; sí, Ana. Dios sólo pide de ti 3 cosas: creerle con todo tu corazón, constancia e insistencia, y que esperes pacientemente en Él. Deja de lado tus afanes del día a día, para que Dios vea en ti una vida deseosa de recibir respuestas, y ten por seguro que llegará la victoria.
Es sorprendente que muchos creyentes jóvenes, yo también me incluyo, no saben esperar en Dios. Nos dejamos llevar por nuestras emociones, ideales, por lo que dicta nuestro corazón. Por eso en su palabra está escrito: Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? (Jeremías 17-9 RV). Es por eso que no tenemos que reafirmarnos en nuestro propio entendimiento. No nos apresuremos en encontrar a la persona que nos acompañará el resto de nuestra vida, recuerda que tú eres hijo o hija del rey de reyes, eres una princesa o príncipe y mereces el mejor o la mejor de todas. Espera en Él, que bien sabe lo que te hará feliz; por eso muchos matrimonios fracasan y se unen a yugos desiguales, porque no saben esperar lo que Dios ha designado para nosotros. Recuerda que todo, absolutamente todo, toda nuestra vida y futuro están en sus manos. Bajo su divina y perfecta voluntad, confía en tu CREADOR, TU AMADO PADRE.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12-2 RV)
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