jueves, 28 de marzo de 2013

La pascua o semana mayor - Devocional

Éste es un día que por ley deberán conmemorar siempre. Es una fiesta en honor del Señor, y las generaciones futuras deberán celebrarla.
Éxodo 12:14
Nueva Versión Internacional (NVI)
La Pascua la creo Dios para celebrar la libertad de sus hijos de la esclavitud en Egipto; después de Jesús seguimos celebrando La Pascua por una libertad más grande, más amplia, por la liberación de la esclavitud del pecado. En agradecimiento a Dios por la libertad.
Es curioso que cada mes estamos celebrando algo del mundo; bien sea el día de…., el cumpleaños de…, y casualmente estamos próximos a celebrar La Semana Mayor, o Semana Santa, y es para nosotros como creyentes, cristianos o seguidores de Jesús, muy importante hacer que esta sea una semana diferente, no una celebración más; mostrando nuestro amor, el amor de Dios derramado en nuestros corazones, como una impronta en todo lo que hacemos, sea trabajo, estudio, vida familiar, social o entretenimiento.
Dios nos ha sellado con su Santo Espíritu para diferenciarnos del mundo y su último mensaje fue, precisamente, que nos amáramos los unos a los otros como Él nos amó.
Valdría pues la pena meditar acerca del amor, ese sello único y característico de la presencia de Dios en nuestros corazones, y acercarnos más al trono de su gracia, esta vez no para pedir, aunque sabemos que todos necesitamos, sino para agradecer, alabar, y dar gracias a Dios por el mayor regalo concedido a la humanidad, en la persona de Jesucristo.
¿Y qué mejor manera de agradecer y reconocer el Señorío de Dios en nuestra vida que cumpliendo y obedeciendo su palabra y amándonos unos a otros? Siendo generosos, ayudando a los más necesitados, mostrando compasión con los ancianos y los niños, dando amor y siendo un canal de bendición a donde quiera que vayamos; que todo lo que hagamos, por incómodo que sea, lo podamos hacer con amor, con la esperanza de que todo es pasajero y que siempre habrá un mañana mejor.  Revisemos pues nuestras actitudes y permitamos que ese amor de Dios derramado en nuestros corazones, fluya, se expanda, se comparta y se extienda a otros que están hambrientos y sedientos de amor, de paz y de gozo.
Y hablando de amor, valdría la pena meditar también en ese primer amor, en esa unidad que produce el amor de Dios y que nos permite estar reconciliados con el Padre, conectados con Jesús,  El Hijo, y en armonía con el Espíritu Santo, el Consolador, y que hace que todos estemos en Él y Él en nosotros.
Dios nos ama, y como todo padre, también se goza con la presencia de sus hijos, se complace en su obediencia y disfruta bendiciéndonos, viéndonos felices, gozosos, en paz y amándonos unos a otros; porque si de verdad nos amamos, el amor no hace daño, no lastima, no ama el egoísmo, no engaña, no miente, no hurta; por el contrario, todo lo puede, nunca deja de ser, todo lo soporta; ningún otro sentimiento, ni siquiera el odio o la venganza, tienen tanto poder como lo tiene el amor; el amor es un  lazo tan fuerte como la muerte, es definitivo, constante, paciente, noble y bondadoso y trasciende y vuelve a ti multiplicado.
El amor es el tronco de donde se desprenden los frutos del espíritu, y la palabra de Dios nos invita a buscar el amor, como buscamos el dinero; busquemos el amor por necesidad, porque necesitamos amar; así como necesitamos trabajar para vivir, necesitamos amor para sobrevivir espiritualmente, para dar fruto, para progresar y crecer en el espíritu, en fe, en ciencia y conocimiento de Dios.
Necesitamos el amor para que nuestra cuenta bancaria en el reino de los cielos esté con fondos, ya que esta es la única divisa que cuenta al final del camino. No seamos tan pobres que lo único que tenemos es dinero; seamos ricos en amor y en obras de misericordia, para que nuestro Padre  Celestial, que es el dueño del oro y la plata de este mundo, nos prospere verdaderamente en todas las áreas de nuestra vida, no sólo en la financiera.
Hagamos de esta semana algo diferente, celebremos la Pascua en nuestro corazón y roguemos a Dios para que nos llene de su amor y podamos darlo a otros; pues nadie puede dar de lo que no tiene y si no tenemos amor, ¿cómo podemos amar a Dios y al prójimo o incluso a nosotros mismos?
Esta semana de Pascua nos recuerda que Cristo murió por nosotros para hacernos libres, pero también que Él resucitó y está vivo, preparando un lugar para nosotros, que esperamos en sus promesas de que también viviremos con Él eternamente.

Para que todos sean uno, Padre. Así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado.

Juan 17:21

Nueva Versión Internacional (NVI)

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